EL GRAN DILEMA: O "AUTONOMIA HISTORICA" O "MODELO HISTORICO". UN DEBATE NECESARIO PARA TODO EL AMBIENTE PATRIÓTICO
¿Qué es la “autonomía histórica”?
Algo muy sencillo y demasiado evidente para que nos lleve mucho tiempo explicarlo. Hasta 1995, los grupos patrióticos tomaban como modelos a movimientos históricos de los años 30. Esto tenía consecuencias indeseables. Cuatro, en concreto:
- falta de adaptación a la realidad cambiante de la modernidad
- constantes polémicas interiores por los aspectos que había que destacar y los que había que soslayar por superados históricamente, luchas entre “históricos” y “renovadores”.
- una incomprensión social absoluta y negativa desde el punto de vista del seguimiento electoral al ver a estos movimientos como verdaderos arcaísmos de los años 30.
- discusiones continuas con simpatizantes u oponentes sobre aspectos históricos que en nada beneficiaban el desarrollo de la opción política en la actualidad: ¿ quienes fusilaron más, los republicanos o los falangistas? ¿existió o no el “holocausto”?, etc.
Y todo esto llevaba a una única consecuencia: esterilidad política.
Así pues, cuando surgió la idea de construir Democracia Nacional, uno de sus impulsores, L.L., estableció la doctrina de la “autonomía histórica”: el nuevo movimiento partía con la voluntad de construir una opción nueva, sin tomar como modelos a los movimientos de los años 30, ni a ningún otro movimiento político. No se trataba solo de una opción táctica, de mero disimulo: sino de una opción ideológico basada en la constatación de que había que repensar completamente el movimiento.
Defender la “autonomía histórica” supone, pues, sostener posiciones nuevas, independientes de los contenidos de movimientos pasados.
Las consecuencias de la “autonomía histórica”
Esto tiene consecuencias que a nadie se le escapan. Para hacer creíble la “autonomía histórica”, era preciso que fuera real, es decir, que en su simbología, en su programa, en su estética, en sus actitudes, en la psicología y en las reacciones de sus militantes, se evidenciara esta voluntad renovadora. Y no solo eso, sino también en los contactos políticos y en la política de alianzas. Todo esto no se cumplió siempre.
El último fundador de DN que todavía permanece en el partido, Ignacio Mulleras, fue uno de los que, por inercia trabajaron con DN pensando que era “lo de siempre”, solo que “con una nueva sigla”. Franquista y fuerzanuevista, Mulleras no aplicaba la doctrina de la “autonomía histórica”, básica en la concepción y en la formación de DN. Además, Canduela, actual presidente de DN, a partir de abril de 2004, empezó, por influencia de Roberto Fiore (jefe del grupo italiano Forza Nuova) a coquetear con La Falange de Cantalapiedra… para decantarse (también por influencia de Fiore y la tentación que le inspiraba su chequera) por La Falange de Andrino… que, a su vez, era la quintaesencia del “modelo histórico”, en tanto falangista y purista…
A partir de estos ejemplos, lo que se deduce es que la “autonomía histórica” no pudo concretarse, no por error de la teoría, sino por la incapacidad de quienes la aplicaron, en concreto de Canduela, un hombre a la busca de un subsidio.
La autonomía histórica, parte de la base de que hace falta imagen nueva e ideas nuevas para atraer gente nueva, dado que la “cantera” de la que vivía inercialmente la extrema-derecha (el franquismo y su avatar, el fuerzanuevismo), ya han desaparecido del todo.
Recaer en alianzas y relaciones preferenciales con partidos adscritos al “modelo histórico”, implicaba solamente introducirse en la larga agonía de los grupúsculos de extrema-derecha y, por tanto, a sacrificar la efectividad política.
Por qué, hoy más que nunca, es necesaria “la autonomía histórica”.
Si de lo que se trata es de “ganar elecciones” y presentar opciones políticas reales y aplicables en el siglo XXI, el franquismo –sea lo que sea que fuere- no es la respuesta. El franquismo es historia pasada, tanto como la falange o el nacional-catolicismo. Hoy, de lo que se trata es de incorporar masas a la tarea de defensa y reconstrucción de la patria. Y hay que recordar que la inmensa mayoría de la población española no tiene la vista puesta atrás, ni es partidaria de regresar a modelos históricos, ni nada por el estilo.
Además se da una circunstancia decisiva: los más afectados por la inmigración masiva, a la que un partido político de nuevo estilo debe responden contundentemente, son las clases trabajadoras. Estos grupos sociales constituyen el grupo social preferencial sobre el que trabajar. Pues bien: este grupo social, es absolutamente refractario a “modelos históricos”, franquismo y nacional-catolicismo.
Así pues, todo aquel movimiento que aspire a hacer de la inmigración una idea-fuerza preferencial, debe de tener en cuenta que para hacerlo creíble, tiene, necesariamente, que asumir la “autonomía histórica”, más radical. O de lo contrario, todo quedará en mera propaganda ultra, sin que pueda calar en las capas populares y, es más, que muy frecuentemente, éstas contestarán. La política-real es incompatible con los modelos históricos por definición: la política-real es presente, el modelo histórico es pasado. La lucha contra la inmigración es indiscutible, la valoración del pasado depende de muchos factores, todos ellos inactuales.
Un último elemento subjetivo
La extrema-derecha actual es una olla de grillos, con una docena de siglas actuando, con una mayoría de líderes sin siquiera formación cultural, ni relevancia social, con unas bases sin educar políticamente o totalmente en pleno analfabetismo político, con algunos freakis realmente insoportables o bien grotescos, con todo tipo de mediocres y aprovechados, con una mentalidad mesiánica o fanática, sin lugar en nuestra sociedad, con dogmas más que con ideas, con skins de paso. Un material extremadamente turbulento e inestable como para poder constituir los mimbres de fortaleza suficiente para armas un movimiento.
Es mejor dejar morir a esta vieja extrema-derecha, desprestigiada y desprestigiadota. De ahí, a estas alturas, es evidente –era evidente hace ya 25 años- no podía salir nada buena, nada nuevo y, mucho menos, nada con posibilidades de obtener un éxito siquiera mínimo.
Si la consigna es “modelo histórico” o “autonomía histórica”, es preciso decantarse sin dilación de lo primero y asumir, en aras del realismo y la responsabilidad, la única línea hoy aceptable.
Hoy más que nunca, la autonomía histórica es factor no suficiente, pero si necesario, para la reconstrucción de nuestro espacio político.
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