¿CÓMO VER AL PP DESDE UN MOVIMIENTO CÍVICO TRANSVERSAL?
Dado el grado de atomización política de nuestro ambiente, hemos podido observar distintas reacciones suscitadas en relación al PP: para unos, se trata del “mal menor”, para otros una especie de diablo carnudo, los hay que piensan que puestos a tirar el voto, se deposita al PP y en paz. Para otros, en cambio, todo contacto con el “derechismo” contamina. Así que hay para todos los gustos. Vamos a intentar definir algunos puntos en relación al PP.
EL PP, COMO UNA DE LAS DOS COLUMNAS DEL SISTEMA PARTITOCRÁTICO
Desde un punto de vista finalista, no hay que crearse falsas esperanzas: globalmente considerado el PP es la columna de centro-derecha sobre la que reposa el sistema de partidos.
El PP no es inocente: se le puede reprochar buena parte de los episodios de corrupción municipal que se dan en España en estos momentos. Providencialmente está libre de arte y parte en el caso Marbella, pero no en otros municipios. Y esto es lo que más se le puede reprochar, porque allí en donde se mira y hay un ayuntamiento popular en ejercicio, también está bajo sospecha, como lo están todos los ayuntamientos regidos por socialistas.
En las políticas económicas, no existe absolutamente ninguna diferencia esencial entre las políticas socialistas y las populares. Es la famosa “única política posible” que reconocen los técnicos de ambos partidos.
En política internacional, el PP mantuvo una bochornosa postura previa a la invasión de Irak, en un momento en el que era previsible lo que iba a ocurrir a partir de entonces: que la guerra terminaría pronto, que una vez derribada la estatua de Saddam en Bagdad, iba a empezar la guerra de guerrillas y que, por supuesto, ni existían armas de destrucción masiva, ni los invasores tomaron mucho interés en fabricarlas. Fue el gran error de Aznar.
En materia de inmigración, ambigüedad hoy y silencio ayer mientras tuvieron el poder. En materia educativa, ideas claras… pero que en su momento no fueron aplicadas. En materia de defensa nacional, la gestión del PP y su programa no son ninguna maravilla. En cuestión de políticas sociales no hay grandes diferencias entre el programa del PP y el del PSOE.
Lo esencial es entender que en 1979 se pacta una constitución que implicaba un bipartidismo imperfecto, con una tercera fuerza que siempre actuaría como grupo que decidiría si la balance del poder se inclinaba hacia unos u otros, en caso de no existir mayorías absolutas. Ese sistema ha fracasado estrepitosamente y está hoy roto por los siguientes motivos:
- por que esa “tercera fuerza” siempre ha sido un partido regionalista, lo que ha generado consecuencias perversas para la unidad del Estado.
- por que en 1979 parecía imposible a los mentores de la constitución que sus amados partidos, cayeran en apenas 25 años en el descrédito más absoluto y en la corrupción generalizada.
- por que el mundo de 2006 es radicalmente diferente al de 1979… pero los partidos clásicos y sus formulaciones, sus argumentos y sus orientaciones son las mismas que entonces.
- por que nuestro sistema político ha terminado siendo una “democracia formal”, pero no una “democracia real”. Las listas cerradas y bloqueadas, las disciplinas parlamentarias, la dificultad para convocar referendums fuera de los instigados desde el poder, la distancia entre la “España oficial” y la “España real”, la ley d’Hont y el alejamiento de la clase política en relación a la ciudadanía, hacen que se trate de una democracia formal extremadamente imperfecta.
Frente a esta situación, el hecho de que el PP mantenga una postura correcta en materia antiterrorista, el hecho de que reivindique el principio de autoridad y muestre reticencias ante las reformas de los Estatutos de Autonomía, el hecho de que defienda una estricta cooficialidad lingüística… todo esto, forma parte del “activo” del PP que podemos apreciar desde nuestro área política.
¿Así pues? Aceptando este planteamiento, deberíamos desprender algunas conclusiones.
DEL FINALISMO AL COYUNTURALISMO
Todo lo anterior es rigurosamente cierto y dice muy poco sobre el apoyo que merece el PP, al menos por parte de nuestro entorno político. Ahora bien, de aquí a considerar al PP como “enemigo”, hay un trecho. Hará falta que introduzcamos aquí un concepto imprescindible para proseguir la exposición: el de “enemigo principal” y de “enemigo secundario”:
- el “enemigo principal”, en una coyuntura concreta, es el enemigo a batir en primer lugar, concentrando esfuerzos en desgastarlo y destruirlo.
- el “enemigo secundario”, en esa misma coyuntura, es aquel enemigo que no se percibe como el objetivo principal, aun cuando no se alberga la menor duda de que en el futuro pudiera ocurrir que el enemigo secundario pase a ser el principal y viceversa.
Estos conceptos indican que la política es algo particularmente dinámico y en perpetua mutación. En 2003, el “enemigo principal” era la política exterior aznarista que nos alejaba de Europa y nos abalanzaba en el marco “atlantista” anglosajón. Sin embargo, dos años después, el enemigo principal es ZP y sus exóticas y centrifugadoras ideas fijas. Hoy, en este marco histórico COYUNTURAL, el PP es el “enemigo secundario” y el PSOE es el “enemigo principal”.
Cualquiera que haya leído algún tratado de estrategia sabe perfectamente que combatir en dos frentes suele llevar al fracaso definitivo y absoluto. Eso es, precisamente, lo que se trata de evitar.
Desde el punto de vista “finalista”, de las consideraciones y los juicios globales, PP y PSOE son hijos de la misma madre y han generado el mismo engendro partitocrático, la “democracia formal”. Pero, desde el punto de vista “coyuntural”, aquí y ahora, las políticas del PP ofrecen algunas garantías en relación al estado de degradación moral y del principio de autoridad que ofrece el PSOE, su capacidad para generar problemas nuevos, y la imagen internacional que España está dando, con iniciativas grotescas (Alianza de Civilizaciones), aislado en la UE (por la cuestión de la política de inmigración) y cuyos únicos puntales son Turquía, Chávez y poco más.
COMPETENCIA POR LAS BOLSAS ELECTORALES
Cuando realmente existe un conflicto entre partidos es cuando ambos se disputan una misma clientela electoral y aspiran a conquistar las mismas bolsas de votos. Esto nos lleva a otro problema: ¿dónde está nuestra bolsa de votos? La hemos definido en otras ocasiones:
- Clases trabajadoras afectadas por la inmigración.
- Grupos ciudadano fronterizos con los guetos de la inmigración, preocupados por la seguridad ciudadana y por la convivencia con la inmigración.
- Ciudadanos descontentos con la corrupción.
El estudio del comportamiento electoral de estos grupos indica una cosa sorprendente que es la que se ha reproducido en toda Europa: SE TRATA DE GRUPOS QUE EN OTRO TIEMPO VOTARON A LA IZQUIERDA. No es en el París XVI en donde Le Pen obtiene sus bolsas de votos, sino en las banlieus parisinas, no es en Pedralbes en donde existen reservas contra la inmigración y la corrupción, sino en Bellvitge y Nou Barris, no es en el Barrio de Salamanca, sino en Vallecas o Moratalaz en donde se ve la inmigración como problema.
Y esto crea una situación particularmente favorable en relación al PP: POR QUE UN MOVIMIENTO CÍVICO TRASVERSAL, SOBRE TODO, VA A RESTAR VOTOS A LA IZQUIERDA, MUCHO MÁS QUE A LA DERECHA. Y a partir de esos votos se pueden jugar situaciones de fuerza ante los problemas verdaderamente acuciantes.
La perspectiva estratégica debe ser ésta: ¿Qué ocurriría con el sistema democrático formal, si la tercera fuerza política parlamentaria, no fuera un partido nacionalista periférico… sino un movimiento cívico transversal? A nadie se le escapa la importancia y repercusión de una situación así: porque en este momento de lo que se trata es de contener la degradación social y política del país, contener la inmigración y revertir el fenómeno, antes de que los inmigrantes de segunda generación, “españoles” por nacimiento, se conviertan ellos mismos en la “tercera fuerza” con todo lo que ello implica.
A los que nos preguntan si lo que les proponemos es apoyar a gobiernos de derecha, les contestamos: en politica –y de lo que se trata es de hacer política, no testimonialismo- se trata de alcanzar los fines que une pretende. Y los fines de un movimiento cívico trasversal son:
- políticas antiinmigración
- reforzamiento de políticas sociales
- políticas de restablecimiento de la seguridad ciudadana (en terrorismo y delincuencia)
- regeneración del país en todos los terrenos.
No se trata de si se apoya a éste o al otro, sino de si se pacta con uno o con otro, la resolución de estos problemas. Para el resto… aplíquese la teoría del “enemigo principal” y del “enemigo secundario”.