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FALANGES VARIAS

DONDE EMERGE EL PEOR MATONISMO. HA NACIDO EL NACIONAL-MACARRISMO

DONDE EMERGE EL PEOR MATONISMO. HA NACIDO EL NACIONAL-MACARRISMO

Entrar en las querellas entre grupos siempre resulta peligroso. Pero ignorar los abusos y las prácticas mafiosas que algunos realizan en el ambiente, es todavía peor. Ni estamos, ni pertenecemos al ambiente falangista, de todas formas tenemos amigos suficientes en él como para saber quién es quien y poderlo valorar. Así pues, siempre que nos habían hablado de Andrino nos lo habían pintado con tintes lúgubres e incluso gente que está hoy en su propia fracción nos lo ha definido hace poco como un “falangista sin formación”, un tipo de pocas luces, muy dado a las prácticas, digamos, heterodoxas. Es evidente que, rebajamos el tono de los calificativos, ante la posibilidad de vernos embarcados en procesos judiciales. Pero todo el mundo sabe que cuando decimos “heterodoxas” nos estamos refiriendo a prácticas detestables.

MUCHO ESTILO Y MUCHO PURISMO PARA AL FINAL…

A cuento de qué viene esto: en la mañana de hoy domingo, según hemos podido saber por varios foros de discusión, han aparecido pintadas en tres militantes de La Falange de calle Castelló (Cantalapiedra).

¿Los textos de las pintadas? En primer lugar el nombre de cada uno de los tres militantes falangistas y luego, la amenaza, claro.

“Ni un aviso más: cuídado, Pedro”

“Pedro Alonso = Falange Vallecas – esto es la vida real, no es internet – mucho cuidado – ni una mas”

“Mucho cuidado – ni una mas”

Oficialmente, claro está, no hay ninguna prueba de quien ha sido el miserable que haya realizado estas amenazas. Por que se trata de amenazas, además de puro chivateo y de marcar a izquierdistas y guarros donde viven militantes falangistas.

Claro está que, desde el punto de vista jurídico y policial, va a costar mucho demostrar quien ha realizado estas pintadas. No hay posibilidades de condena penal, pero si de condena moral y de condena política. Y eso es lo que pretendemos realizar en este artículo. Ahora bien, el hecho de que tres militantes falangistas sean amenazados en sus domicilios, implica… que sus direcciones son conocidas. Y la posibilidad de que a la misma hora tres militantes falangistas sean amenazados por izquierdistas, es mínima. Quien los ha amenazado tiene acceso a los ficheros en los que están sus nombres. En otras palabras, han sido amenazados por sus propios camaradas “disidentes”. Hay que decir que los tres amenazados son “disidentes” de La Falange de calle Silva (Andrino, mira por donde…).

Así pues, quedan pocas dudas sobre el origen de la amenaza. Todo apunta a calle Silva. A los “puristas” de la Falange, vamos.

ENTRE MACARRONADAS, CUTRECES Y PRÁCTICAS MAFIOSAS

Vale la pena decir algo sobre este tipo de prácticas. Que alguien se pueda disfrazar con sus mejores correajes y trinchas, con sus guantecitos de cuero, su gorrito cuartelero de pastel y las ray-ban de temporada, es algo que solo a él le compete. Cada cual es dueño de hacer el payaso, según sus entendederas. Ahora bien, cuando lo grotesco deja lugar a lo siniestro (el chivateo y la amenaza mafiosa), ah, amigo, aquí estamos en otro plano.

Uno puede ir disfrazado temporada primavera-verano estilo III Año Triunfal, y no pasa de ser una rareza política digna de análisis psiquiátrico. Ahora bien, cuando se desciende al plano de las amenazas es cuando se franquea una barrera: a partir de ahí, ya no hay posibilidades de tratar a ese grupo, ni como rareza, ni como exotismo demodé… sino como mero grupo delincuencial y mafiosillo. Es decir, un fenómeno más de esa inseguridad ciudadana que se pretende combatir…

¿Qué van a pensar los bienpensantes de AES cuando se enteren de la “buena nueva” mafiosilla? ¿Y qué va a decir el pobre Roberto Fiore que cuando elige amistades en España tiene siempre tendencia a relacionarse con lo más granado del ambiente? ¿Y qué van a decir los “hermanos separados” de Diego Márquez, la MNF o FA a los que solamente hace diez días se les tendía la mano en la enésima maniobra unitaria? ¿Qué qué van a decir? Lo mismo que nosotros: ¡qué miserables quienes realizan coacciones y amenazas sobre otros camaradas! M·I·S·E·R·A·B·L·E·S.

Aparte de gilipollas, claro está.

Porque, a estas alturas de la película, una cosa es ladrar y otra morder. Y ya se sabe lo que dice el viejo refrán “pedro ladrador, poco mordedor”.

Una acción de este tipo siempre tiene precedentes. Cuando en noviembre de 1999, Ynestrillas asaltó con la complicidad de Pedro Pablo Peña, el local de DN agrediendo a algunos de los presentes, cuatro días antes de ser detenido, acusado (y luego condenado) por dos atracos a bares nocturnos, no hacía nada más que llevar una práctica similar a la que han realizado hoy en los domicilios de estos tres militantes falangistas… pero con una diferencia: al menos aquel podía argumentar en su defensa que no se enteraba de nada y que iba más ciego que un murciélago con ray-ban. En el caso de las pintadas, el que ha enviado a los pintores se las da de buen católico, self made man, etc.

Lo peor de todo esto, es la cutrez de la amenaza, la macarronada de bajo nivel y el que cualquiera con capacidad para ladrar se cree el Padrino I. En realidad, el problema tiene un trasfondo político manifiesto. Hay gente que en política está más perdido que un hijo de puta el día del padre. Hoy firman un acuerdo en Italia para no se sabe qué alianzas, mañana dicen lo contrario al regresar a España, al otro tienen un congreso en el que eligen “jefe nacional”, y al otro se visten de uniforme de gala, para lanzar al día siguiente el enésimo llamamiento a la unidad… descalificando a aquellos a los que va dirigido el llamamiento… y todo esto en menos de tres meses.

Definitivamente ¿puede tomarse en serio toda esta macarronada de baja estofa y toda esta ristra de cutreces impresentables?

Creemos que no y que ya va siendo hora de cortar con todo esto.

EL PROBLEMA DE FONDO: ADIOS AMBIENTE AZUL, ADIOS

En su proceso de degradación, los grupos falangistas han llegado ya al último estadio. Lo comprobamos con el primer artículo que publicamos en El Caracol. Sobre el congreso de Andrino. Inmediatamente aparecido en el blog, empezó a escribir comentarios absolutamente insultantes y repletos de incoherencias, contradicciones y demás, que lógicamente fuimos borrando, hasta que el fulano se dio por vencido. Al parecer quería insultar y que mantuviéramos los insultos en nuestro propio blog. Un talento, vamos.

Este sujeto decía que el congreso había terminado con grandes avances: decía, incluso, que se iba a convocar un “congreso ideológico”. Aquí cuando uno no sabe por donde salir, convoca un congreso ideológico y a vivir. Como si un congreso ordinario no tuviera también que debatir cuestiones ideológicas. Pero si borramos el post, fue por los insultos añadidos. Eso debe ser el último rastro de “estilo” que queda en ese grupo. Hay estilos y estilos, no todos los estilos implican tener un “buen estilo”. Aquellos mensajes insultantes, los desfiles a lo Pancho Villa de ayer y las pintadas de hoy, nos confirman en el viejo adagio de que lo semejante se une a lo semejante y lo semejante se reconoce en lo semejante.

A partir de ahora no puede haber dudas: en el grupo autor de las pintadas no queda ya nadie ni con ética ni con estilo… a no ser con mal estilo.

Ahora bien, todas estas crisis ya no son propias de un partido político: son propias de una banda marginal. A partir de ahora ya nos es imposible tratar al grupo autor de las pintadas como “grupo político”: a los “nacional-pardillistas” se unen los “nacional-macarrillas”. Oye ¿por qué no formáis un frente común en lugar de presentaros como grupos políticos?

Es preciso dejar atrás a toda esta calaña formada por individuos más tontos que un mosquito lobotomizado y que pretenden ser más malos que el Risto de Operación Triunfo. Con personal como este resulta imposible seguir considerándose falangista y pensar que tal o cual grupo falangista puede emerger políticamente.

Ya lo hemos dicho muchas veces: la población no distingue unas de otras siglas falangistas, para el público cualquier acto violento o sainetesco protagonizado por un falangista afecta a todos los falangistas y a todas las facciones (y, por lo mismo, cuando un grupo falangista realiza acciones políticas razonables… no lo puede capitalizar, porque el efecto benéfico, afecta a la totalidad de los sectores falangistas, en la medida en que la gente sigue sin reconocer unos grupos de otros). No se puede estar pendiente de la última payasada o cutrez o amenaza mafiosilla que realicen estos o los otros… es mucho más razonable, decir: “Hasta aquí he llegado y aquí me quedo. Yo no puedo ser de la misma familia de pensamiento que estos bastardos. Yo tengo necesidad de diferenciarme de ellos”. Y, a partir de ahí, reconocer que no hay unidad posible, ni cruce de emails posibles, ni con quien realice ese tipo de prácticas, ni con quien mantenga relaciones con ellos. Todo lo que no sea tratar a esa gentuza como una banda de apestados, es equivocarse.

Camaradas falangistas:

La única forma que tenéis de cortar con toda esta secuencia de problemas y conflictos internos es hacer tabula rasa: si lo que queda de Falange es esto, mejor separarse, lejos, lo más lejos posible, de todo esto. Ni “debate”, ni “diálogo”, ni “intercambios”, con esta peña: lejos. Considerad lo que supone la “autonomía histórica”. De la misma forma que hay caminos que se cierran, también hay otros que se abren. Estas amenazas cierran un camino para siempre: los amenazados no pueden seguir utilizando los mismos colores que los amenazadores. Os debéis de distinguir de ellos: debéis separaros de ellos. Estos no son mafiosos -¿sabrán lo que es un mafioso?-, son macarrillas, se terminarán devorando a sí mismos. Dejadles que sus dentelladas no os alcancen, que alcancen a los que siguen creyendo que la “unidad” con gente así puede llevar a algún sitio.

No son los únicos de los que hemos recomendado alejarse a los militantes con dos dedos de frente. Hemos también recomendado alejarse de los ambientes “nacional-pardillistas”, hemos recomendado “cuidado” con algunas variantes “NR”, hemos alertado sobre determinados “jefes políticos” más preocupados por mantener a su partido sin tesorero que por dirigirlo políticamente, hemos expresado nuestra oposición a que se integren skins en un futuro movimiento. Y hoy decimos también: ni un contacto con el “nacional-macarronismo”. Quien contacto con ellos resultará contaminado. Se llame Diego Márquez o se llame AES.

Todo esto no son problemas políticos: son problemas de higiene psicológica y política.

UNA INICIATIVA CON EL FUTURO MÁS NEGRO QUE EL MORENO DE KUNTA KINTE

UNA INICIATIVA CON EL FUTURO MÁS NEGRO QUE EL MORENO DE KUNTA KINTE

En infonacional hemos podido leer un post de título triunfalista: “Convotaria para una mesa nacional de la unidad”. Aparentemente, el que alguien a estas alturas crea en la unidad, es una muestra de ingenuidad manifiesta, pero si además se refiere a la unidad entre falangistas, eso supone algo tan inocente como el 28 de diciembre. Nos limitados a dar constancia de esta nuevo intento unitario y que en la propia iniciativa está el germen de su fracaso. Véase sino.

 

EL PUNTO DE PARTIDA: LA UNIDAD FALANGISTA PRIMER OBJETIVO

 

Dice el comunicado del grupo de Andrino: “FE/LA FALANGE considera la unidad de los falangistas como un objetivo político de primer orden, y así lo ha manifestado nuestro Jefe Nacional Manuel Andrino en su primer discurso ante la militancia, estando recién elegido en nuestro último Congreso Nacional de Militantes de 28 de Octubre de 2.006”.

 

Comentario breve: No deja de ser “parajódico” que a fecha 2006, la unidad siga siendo el “objetivo político de primer orden”. Objetivo que tres generaciones de falangistas no han logrado alcanzar y que, en este momento, aunque se alcanzara no supondría gran cosa a la vista de la debilidad estructural de todos estos grupos.

 

¿EXISTEN NUEVAS CONDICIONES PARA ALCANZAR LA UNIDAD FALANGISTA?

 

Sigue el comunicado: “En realidad, este vivo deseo no es más que el reflejo de un movimiento interno que, a día de hoy, puede apreciarse en nuestro ámbito político: el falangismo está evolucionando. Nos encontramos en una fase de profunda reestructuración ideológica y organizativa; en un período de intenso debate y comentario, por parte de nuestros militantes, acerca del destino político del nacionalsindicalismo, así como de su propia capacidad para articular una alternativa política viable”.

 

Comentario breve: No terminamos de ver exactamente cuales son las dimensiones y la naturaleza de dicho debate y en donde se está dando –fuera de algunos grupos, no precisamente situados en la órbita de Andrino-, por el contrario lo que vemos son:

 

- un interminable rosario de escisiones y de fraccionamiento.

 

- unas elecciones catalanas en las que ningún grupo azul ha estado en condiciones de tener ninguna presencia.

 

- unas manifestaciones como las del 20-N, en las que el folklorismo fuera de lugar es el principal reclamo.

 

No creemos que a todo esto pueda llamársele en rigor ni “evolución”, ni “intenso debate”.

El comunicado prosigue: “La existencia de dos Marchas falangistas convocadas el pasado Domingo 19 de Noviembre de 2.006 -ambas para conmemorar el Setenta Aniversario del fusilamiento de nuestro Fundador- ha constituido un espectáculo deplorable en todos sus extremos, ofreciendo a la sociedad española un bochornoso panorama de desunión y personalismo, por lo demás, de muy difícil asimilación por parte de la base militante de las principales organizaciones falangistas. Ha colmado la paciencia de muchos, y ha establecido un antes y un después a la hora de contemplar este problema. Pasado el 19 de Noviembre, se ha producido un clamor por parte de nuestra militancia, traducido en un considerable estado de crispación y hartazgo ante esta situación. Nos consta, asimismo, un estado similar en la militancia de nuestra organización hermana. ¿Hasta cuándo tendremos que soportar estas situaciones? ¿Cuál es el problema, si es mayoritaria la voluntad unitaria? ¿Qué niñería nos impide, esta vez, la unidad?

 

Comentario breve: ignoramos lo que ocurrió el pasado 19 de noviembre, aunque no tenemos la menor duda de que es “más de lo mismo”: luchas cainitas, ataques recíprocos y odios endémicos. Algo a lo que ya estamos habituados a conocer desde que tenemos uso de razón político. Así pues, todo esto induce a pensar que este llamamiento viene en un momento poco oportuno, cuando en lugar de un clima de entendimiento, lo que se ha producido es todo lo contrario, un clima de tensión habitual, calificado de “niñería”… meditando sobre estas palabras, se percibe una contradicción palmaria:

 

- gran crispación entre los grupos que se pretende contrarrestar con un clima de cooperación para el cual no existen condiciones y

 

- e inmadurez de los militantes y de los dirigentes que cometen –siempre según el texto-… “niñerías”. No somos nosotros quienes lo decimos, sino el comunicado.

 

MANO TENDIDA JUNTO A AGRAVIOS Y RECONRES RECIENTES

 

A partir de aquí, el comunicado, que debería ser de mano tendida y cooperación, sorprendentemente, se convierte en un relato de agravios comparativos y reproches hacia el grupo dirigido por Diego Márques. Por ejemplo:


”Lo que la militancia de FE/LA FALANGE no puede entender es que, habiéndose dirigido este año una serie de ofertas a FE-JONS basadas en la integración de sus militantes bajo estas siglas históricas, estemos todavía en estas deplorables condiciones”

Y algo más adelante: ”El pasado mes de Marzo se produjeron las primeras reuniones formales (en años) entre representantes de las dos organizaciones falangistas más numerosas: FE-JONS y FE/LA FALANGE, con el objetivo de negociar las condiciones de integración de los militantes de esta última dentro de las siglas históricas”.

 

Un nuevo reproche viene a continuación: “Sin embargo, nuestras primeras propuestas iniciales no han sido desarrolladas ni, tan siquiera, debatidas por las partes. No queremos ahondar en esta asombrosa cuestión, ya que el problema es de tan enorme magnitud que, a la postre, resulta ocioso debatir sobre quién corresponde la responsabilidad por esta falta de entendimiento entre falangistas. Tan sólo un hecho resulta tristemente notorio: nuestras ofertas no han sido objeto de un debate ordenado y profundo; no se han realizado contraofertas ni se han barajado alternativas de ninguna clase que tuvieran por fin la unidad. Asimismo, han sido rechazadas -y sin posibilidad de discusión alternativa- propuestas relativas a actos conjuntos, listas electorales conjuntas y plataformas de Abogados en defensa de nuestra Memoria. En definitiva, y a pesar de lo favorable de la situación política recíproca (en ambas formaciones se están produciendo cambios en sus órganos de dirección), NADA DE NADA. Ni tan siquiera un simple gesto”.

 

A partir de aquí, da la sensación de que alguien está reprochando algo a alguien y de que la situación es irreversible, dado que no existen condiciones nuevas que hayan hecho desaparecer todos los resquemores expuestos en esta veintena de líneas.

 

EXISTE LIDERAZGO SUFICIENTE PARA LA UNIDAD FALANGISTA

 

Pero, sorprendentemente, en lugar de certificar la defunción del proyecto unitario, y a la vista de los reproches, se da un golpe de tuerca y se proclama de nuevo la unidad como “objetivo principal”. Dice el comunicado: “FE/LA FALANGE, entiende que es necesario romper con esta situación y realizar, de una vez por todas y de una forma enérgica, un cabal ejercicio de liderazgo político y moral, encarrilando nuestras formaciones por el camino de unas pautas comunes de actuación política, de acción racionalmente coordinada. Debemos marginar, dentro de nuestros respectivos partidos, a las fuerzas contrarias a la unidad. A aquellas corrientes o personas que, hasta esta misma fecha, la han venido obstaculizando mediante excusas infantiles o teorías insustanciales. A nuestras respectivas militancias ya no les sirven las excusas, ni los estériles debates puntillosos sobre simples cuestiones de método. Es necesario dar una respuesta madura y consciente. Una respuesta, en definitiva, falangista”. Esta frase tiene todo es aspecto de ser excesivamente triunfalista, buenista y subjetiva. Olvida que:

 

- en el medio falangista no existe “liderazo político y moral”.

 

- que después de 30 años de retroceso, en este momento, la situación del área falangista es la peor de todas las que han podido darse y se corre el riesgo de la “unión por desaparición de grupos” antes que de la “unión por agregación de grupos”.

 

- que difícilmente quienes han hecho gala de “niñerías”, van a poder, como por ensalmo, dar una “respuesta madura”.

 

¿EXISTE LEGITIMIDAD PARA LLAMAR A LA UNIDAD CUANDO SE HAN PROTAGONIZADO ESCISIONES?

 
Llegamos ahora al momento en el que se dan algunas pautas para llegar a la unidad. La primera de todas estas es que: “este debate debe ser público, abierto y consensuado, ya que es este carácter -precisamente- el que evitará pasados errores e involuntarias incomunicaciones. Los militantes falangistas tienen la obligación moral de presionar sobre sus jerarquías legítimas, anulando la voluntad minoritaria de los que no creen en la Unidad: opinión militante de amplia base, que acabe con eventuales personalismos contrarios a los fines unitarios. Constante información sobre este proceso unitario”.

 

Si ignoráramos la historia reciente de los grupos falangistas en los últimos 10 años, estas palabras nos resultarían casi lógicas. Pero, el problema es que conocemos la capacidad de fraccionamiento hasta la saciedad de este sector y la velocidad acelerada con la que se va acelerando cada vez más la atomización del sector… incluso este mismo año.

 

No vamos a entrar en disquisiciones sobre lo que ocurrió en el interior del grupo FE-La Falange dirigido por Cantalapiedra. No creemos que sea el fondo de la cuestión. Lo que queremos establecer es que, difícilmente el producto de una escisión, el grupo de Andrino, puede reclamar “con madurez”, la unidad. Como si un individuo de 180 kgrs de peso reclamara una campaña contra la anorexia. O que DN de Canduela exigiera al resto de partidos para hablar con ellos la existencia de un tesorero y de claridad contable… A Andrino, escindido de FE-JONS, escindido en FE-La Falange y dentro de ella, escindido en marzo, no es, desde luego, la persona más adecuada para encabezar ni proponer un proceso unitario: carece de credibilidad suficiente y de legitimidad para hacerlo.

 

COOPERACION ELECTORAL ¿PRIMER PASO A LA UNIDAD?

 

Pero, peor es cuando el comunicado se atreve a establecer un calendario y unas propuestas concretas: “La misión de esta Mesa sería la de articular una política común para los procesos electorales del 2.007, sobre la base de la LISTA ÚNICA FALANGISTA en cada Ciudad o Pueblo. Una sola Lista apoyada por todos y no presentar dos en un mismo Municipio”.

 

Así pues, todo el problema es que en cada ciudad solamente haya UNA candidatura falangista de cara a las municipales. No es algo excesivamente difícil de obtener: en primer lugar porque se van a presentar pocas listas electorales a las municipales y de ellas, ninguna con posibilidades de obtener resultados apreciables. La mayor parte de delegaciones de la mayor parte de grupos, ni tiene interés en presentarse a las elecciones, ni medios, y sabe perfectamente que no va a arrancar votos en número suficiente como para justificar todo el esfuerzo. Así que muchas delegaciones agradecerían que se presentara otra candidatura para evitar tener ellos que dar el paso al frente y verse complicados en un proceso electoral sin esperanzas.  

 

Se añade: “La Mesa profundizaría en estas labores de coordinación electoral, y calibraría la posibilidad de elaborar un PROGRAMA ÚNICO. Asimismo, podría ampliarse la composición de la Mesa al resto de organizaciones falangistas, buscando la representación falangista más extensa posible y realizando para ello las pertinentes ofertas a las referidas formaciones”.

En este punto, la propuesta no es absurda, sino extremadamente razonable: se trata de elaborar un programa único, a la vista de que las discusiones doctrinales no llevan a ningún sitio. Un programa político es, un propuesta realizada a la sociedad que ésta acepta o rechaza. A un área falangista correspondería un programa único, a pesar de que existieran diversas sensibilidades y percepciones en la base. ¿Es eso posible? Albergamos nuestras dudas por que habría que partir de la base de olvidar todos los enfrentamientos habidos en los últimos 30 años y hasta anteayer, y demostrar la capacidad –hasta ahora no evidente- de estar en condiciones de redactor un programa que sea aceptado por la sociedad.

 

El comunicado reconoce que, a partir de ahí, todo depende de los resultados electorales en mayo de 2007: “En una SEGUNDA FASE, y transcurridas las Elecciones del 2.007, a la luz de los resultados obtenidos por el trabajo colectivo, la MESA debería decidir el próximo paso político a seguir, estableciendo pautas razonables para la formalización de pactos entre las organizaciones falangistas, al objeto de ejecutar actuaciones políticas comunes y coordinadas”.

 

Todo esto parece excesivamente complejo y es difícil pensar que este enésimo intento unitario llegaría finalmente a buen puerto. Se trata de “establecer pautas razonables para la formación de pactos entre organizaciones falangistas”… demasiado complejo. Todo lo que no sea fusionar las partes en una formación única parece difícil de concebir. Por otra parte, cuando se dice “a la vista de los resultados” esto evidencia una muestra inconmensurable de optimismo político: los resultados van a ser malos, ¿en función de qué se obtendrían resultados positivos y cargos electos? ¿del tema de la inmigración? ¿de propuestas de justicia social? ¿de llamamientos a la unidad nacional? ¿o en base a políticas municipales encarnadas en personas conocidas en su comunidad capaces de arrastrar votos y corrientes de simpatía?... Lo que cuenta es esto último que es, justamente, aquello que esta corriente no posee, ni junta ni fraccionada. Así pues, podemos contar con que los resultados serían mínimos.

 

LA UNIDAD  FALANGISTA SOBRE EL FRENTISMO

 

Y, por otra parte, hay algo que subyace en todo esto. Si se impulsa la “unidad falangista”… ¿es por que ha fracasado cualquier otro intento unitario? Así pues ¿hay que confirmar que no hay acuerdo posible ni con AES, ni con DN? Esto es lo que parece deducirse de este comunicado y del llamamiento consiguiente. No hay unidad con nadie que no sea con falangistas. Y si esto está tan claro ahora, ¿cómo es que se realizó un acercamiento en Verona, promovido por Roberto Fiore, entre DN y Andrino? ¿o por qué se han dado esperanzas a DN de que un pacto era posible, hasta el punto de suscitar en este partido una brusca conversión joseantoniana?

 

Es fácil comprender, a la vista del comunicado, que la unidad falangista se ha impuesto sobre las estrategias frentistas.

 

EN TIEMPOS DE PROCESO DE PAZ, DECLARACIONES DE ALTO EL FUEGO

 

En estos tiempos de alto el fuego y comunicados de ETA, da la sensación de que Andrino se ha visto contagiado por este tipo de comunicados. Así, por ejemplo, el comunicado concluye: “FE/LA FALANGE, desde momento y al objeto de favorecer en la medida de lo posible un clima adecuado de diálogo, ordena a su militancia el cese de cualquier intervención pública que pudiera ser considerada ofensiva o hiriente por nuestros Camaradas de FE-JONS, instando el final de este súbito estallido de recíproca violencia verbal surgido tras el día 19 de Noviembre”.

 

Ignoramos el efecto que pueda tener esta declaración de “alto el fuego”. Mucho nos tememos que la tradición de ataques cainitas asumida desde hace muchas décadas, no puede desterrarse con una simple orden de “alto el fuego” a unas bases predispuestas a descuartizarse entre sí.

 

Pero, al menos nadie puede decir que Andrino no lo ha intentado, aunque su iniciativa sea tan poco atrayente como la lencería de la Fernández de la Vega y su futuro sea más negro que el bronceado de Kunta-Kinte.

 

EL JEFE NACIONAL, DE UNA DE LAS SEIS FALANGES, HA HABLADO: ANDRINO EN AZUL MAHON

EL JEFE NACIONAL, DE UNA DE LAS SEIS FALANGES,  HA HABLADO: ANDRINO EN AZUL MAHON

La entrevista del foro Azul Mahón al jefe de La Falange, Andrino, merece algunos comentarios, no por la entrevista en sí, sino para extraer algunas conclusiones y para realizar un ejercicio de pedagogía política. La entrevista nos muestra a un Andrino, al que no se le puede reprochar nada desde el punto de vista personal –especialmente por los que no lo conocemos-, pero sus declaraciones son significativas y sintomáticas desde el punto de vista político. Es sobre este segundo plano, exclusivamente, sobre el que queremos referirnos.  En el final del comentario, reproducimos el texto original de la entrevista.

LA EVIDENCIA DEL ESTADO DE ANIMO FALANGISTA

No tenemos costumbre de visitar el foro Azul Mahón, sin embargo, la introducción que realiza el que presuntamente debería ser su moderador, es sintomática del estado de ánimo que se respira en los medios falangistas. Dice el moderador: Ahora hace poco más de un año en estos foros entrevistamos a Fernando Cantalapiedra, pensando que iba a ser un Jefe Nacional con muchos años por delante. A partir de octubre del año pasado se empiezan a destapar una serie de acontecimientos que algunos, incluso con muchos años en este mundo falangista nos sorprende, aunque algunos no tanto”. Y añade No queremos ahondar en las viejas heridas de la división, pero será inevitable recordarlas. Sería difícil resumir de manera tan clara el estado de ánimo de los falangistas, fuera de las declaraciones triunfales que suelen acompañar a las celebraciones de sus congresos o manifestaciones. Preocupación por la jefatura, la sucesión trepidante de “jefes nacionales”, ninguno de los cuales logra levantar el cadáver, seguido por decepciones y todo esto en medio de una situación de división que… se prefiere no recordar, pero de la que no puede huirse por que persigue, se esté donde se esté: un partido dividido en seis fracciones, todas ellas, más o menos minúsculas. Unido a lo que se prefiere ni recordar ni reconocer, sino mejor engañarse: la inadecuación creciente, en imagen, en programa, en ideología, de la opción falangista en todas sus componentes, desde la “derecha” falangista (próxima a AES) hasta la “izquierda” falangista (la extraña FA emanada del no menos extraño hedillismo de los setenta).

LA DIVISION EN EL TRASFONDO DE LA ENTREVISTA

Andrino, en las primeras preguntas del foro AM cuenta algunas pinceladas de su vida: considera que el día en que la justicia reconoció a Diego Márquez como el legítimo poseedor de las siglas FE-JONS fue uno de los primeros días de su vida. Dice: “Supuso una más de las injusticias que he vivido durante todos estos años de militancia en Falange”. Resulta, cuanto menos sorprendente, que se considere una injusticia lo que en última instancia fue una “escisión”.

Lo que se deduce de esta frase y, por extensión de toda la entrevista, es la obstinación en no llamar a las cosas por su nombre: Andrino prefiere no hablar de ninguna sigla en concreto, ni de ningún jefe falangista. Todo hay que deducirlo. Los que llevamos algunos años en este mundillo sabemos que se han producido veinte mil escisiones en falange, pero realmente no hemos podido llegar a conocer absolutamente ninguno de los motivos sobre los que se ha justificado cada escisión. Dado que “los trapos se lavan en casa”… los motivos de estas escisiones siempre han permanecido brumosos y, a menudo, incompensibles. Materia solo para iniciados.

Realmente, nos vemos incapaces de entender que ocurrió en los años 90 para que un grupo se escindiera de FE-JONS dirigida por Diego Márquez y por qué ese grupo de disidentes ha cambiado, que nos conste, cuatro veces de “jefe nacional” (Morales, López, Cantalapiedra, Andrino), mediando un estallido en 1999 ó 2000 del que el grupo originario se parte en tres (MNF, FA y FE-LaFalange) y, finalmente, el grupo FE-LaFalange, se parte, a su vez, en dos… ¿hay alguien que entienda este proceso o que sea capaz de reconstruir –incluso de recordar- los motivos que llevaron a todas estas escisiones y conflictos?

Creemos que no. Y lo peor no es eso, lo peor es que uno de los protagonistas de todo este tejemaneje, el propio Andrino, no ha advertido la naturaleza profunda de estas crisis. Por eso responde: “Con la mayor parte de esas siglas no hay diferencia ideológica alguna, en todo caso personal y creo que con un poco, un poquito, de buena voluntad por parte de todos nosotros, podríamos y deberíamos honrar como se merecen a nuestros Fundadores y Mártires”. Pues bien, esto es un error: diferencias las hay y muchas. Casi diríamos, muchísimas e insuperables. Afortunadamente, por que si de lo que se tratara es solamente de “diferencias personales” (tal como dice Andrino) habría que reprocharles a los jefes –esto es, a la clase política dirigente de la falange, a la máxima autoridad…- que se pelearan como chiquillos por unos quítame allá esas pajas.

Si, realmente, las diferencias entre los grupos falangistas se deben a las actitudes personales de sus dirigentes… eso evidencia que están mal dirigidos y que ni siquiera sus dirigentes tienen la calidad humana suficiente para relevar sus diferencias personales a un rango inferior al de la discusión y el debate político. El hecho de que Andrino lo reconozca ya es, de por sí, significativo. Ahora bien, las diferencias de posición existen entre algunos de estos grupos: la falange de Cantalapiedra no es lo mismo que la Falange de Antigüedad (FA) y la falange de Diego Marquez es sensiblemente diferente a la del FEI, de la misma forma que las concepciones de la MNF no son las de Andrino… Querer ocultar el hecho de que existen divisiones ocasionadas por las distintas tomas de posición y las distintas enfoques ideológicos es una actitud poco razonable, que obliga a considerar que tales divisiones son causadas por las actitudes de los “jefes”.

En nuestra opinión, la realidad es que:

1) Andrino tiene razón al atribuir estas divisiones a las diferencias (en ocasiones infantiles) entre los “jefes” (de los que él es uno de ellos, surgido de una escisión, por cierto), pero…

2) estas diferencias se escudan en diferencias doctrinales o estratégicas para justificarlas y hacer menos evidente que son solo diferencias personales.

Cuando se cierra el ciclo de una escisión, sucede que: hay diferencias personales retroalimentadas con diferencias ideológicas, políticas y estratégicas. No es que no puede llegarse  la unificación en este momento porque existen distintos “jefes” incompatibles entre sí (que existen), sino por que las posiciones que cada uno de ellos sostienen son contrarias a los demás:

- FEI tiene tanto de Falangista como de nacional-católico

- FE-JONS es un partido falangista-purista ajeno a los grandes temas actuales.

- MNF empieza a dudar sobre si la “vía” es la adecuada y ya ha dejado de utilizar el yugo y las flechas.

- FA es como un “partido humanista” acompañado por el yugo y las flechas que se vanagloria de ser la “izquierda falangista”.

- La Falange de Cantalapiedra es un partido antiinmigración lastrado por su estética, situado en la “derecha falangista”

- La Falange de Andrino es… lo que su jefe nos cuenta que es en esta entrevista.

Demasiada sigla para tan poco realidad. Demasiados grupos para tan pocos militantes. Demasiados enfoques distintos para tan poca efectividad política.

SOBRE LA CONCEPCIÓN DE LA JEFATURA DEL PARTIDO

La honestidad de Andrino se le reconoce, como el valor al soldado. Ahora bien, una cosa es ser el jefe activista de un grupo de activistas y otra muy distintas ser ”jefe político”. En el curso de la entrevista, Andrino se nos muestra como un “jefe activista. Véase: “Pegaré carteles como el que más. Pintaré las calles con mis camaradas. Ensobraré circulares como siempre y si tengo que decirle a la cara algo a alguien, se lo diré, independientemente de a quien represente”… La frase evidencia la vocación militante de Andrino y esto merece alguna reflexión sobre el mando y el papel del liderazgo en un partido político.

El “jefe” no es un militante más en un grupo militante. El “jefe” no es el que está al frente en las pegadas de carteles o en las pintadas. El jefe es el CONDUCTOR POLITICO del grupo, quien tiene la consigna adecuada en cada momento, quien guía los destinos políticos del grupo, quien analiza la actualidad y toma las medidas tácticas adecuadas para afrontar cada crisis. La tarea del “jefe” es dirigir tácticamente al partido en su andadura cotidiana. Eso obliga a tomar constantemente posiciones.

Es evidente que la concepción de la jefatura que tiene Andrino es muy distintas y oscila entre el “jefe” como primus inter pares de los activistas, más que como un conductor de los destinos políticos de su formación. Es evidente que aquí ha caído en un error de bulto. Por que si esto es así ¿quién redacta los comunicados y en función de qué? ¿Quién realiza las tomas de posición ante la actualidad? ¿Quién elabora estrategias? ¿Quién define objetivos políticos a alcanzar? ¿Quién compila programas?... ¿Qué es más importante? ¿un jefe que salga a colgar carteles con su menguada tropa o un jefe que mientras la tropa pega carteles él ejerza la función de DIRECTOR POLÍTICO DEL PARTIDO, redactando un comunicado o informe político.

Pero no es menos sorprendente el concepto que Andrino se forja del jefe ideal. Dice de él: “Siempre he visto la figura del Jefe Nacional como una especie de icono. Un ejemplo. Algo sobrenatural”. Esta figura del “jefe nacional” como “algo sobrenatural”, es chocante, por que evidencia el otro extremo del error en el que cae Andrino: si uno era considerar al jefe nacional como una especia de militante entre militantes, osea, el que más se rompe los cuernos en actividades callejeras, ahora cae en el extremo opuesto: el del jefe como proyección sobrenatural, casi mítica, angélica y metafísica… Cualquier cosa antes que considerar al jefe en su manera más correcta y razonable. Simplemente, como conductor político, orientador del día a día, pero no a nivel activista (para eso basta con un “responsable de actividades”), sino a nivel de conducción política.

Hay que decir, que Andrino cae en el mismo error que otros jefes políticos de grupos falangistas y no falangistas. El jefe debe perder mucho tiempo al día estudiando, leyendo, informándose, juzgando, analizando, pensando, y finalmente, decidiendo cuál es la línea política correcta a aplicar. Es su función. El congreso es la dirección estratégica del partido, ahí e aprueban las líneas generales del trabajo político; un partido normal tiene luego una ejecutiva, una mesa nacional y de ella emana un secretario general o un presidente, que son organismos “tácticos” de dirección. Y luego están las “actividades”… ensobrar, colgar carteles, etc.

SOBRE LA INADECUACIÓN IDEOLÓGICA Y PROGRAMATICA DE LA FALANGE

Le preguntan a Andrino: “Los grandes principios fundacionales ¿los ves vigentes en la actualidad?”, y sin pestañear contesta: “Totalmente vigentes”. Pero se equivoca. Y mucho más se aleja de una perspectiva correcta cuando añade: “La concepción del hombre, cristiana y occidental, alrededor de la cual giran los principios fundacionales de la Falange, seguro que están más de actualidad en el inicio del siglo XXI que en aquellos años 30 del siglo pasado”. Sería difícil encontrar una suficiencia mayor que contrasta con la realidad de manera más extrema.

La fundación de la falange en los años 30 está fuertemente influenciada por los fascismos de la época… mucho más que por el cristianismo. Vanamente buscaríamos una componente católica en Ramiro Ledesma que, por lo demás, dio nombre a la ideología, nacional-sindicalista, le dio sus símbolos y le dio casi todo el patrimonio doctrinal, cuando José Antonio lo que le dio fue forma política, pero apenas contenido ideológico. Y el drama estriba en que ni siquiera aquella ideología originario hizo otra cosa más que pergueñar algunas cuestiones, pero en absoluto fue una ideología cerrada y enunciada. Vino la guerra y allí acabó la teorización. En los 65 años siguientes, se ha partido de la base de que la ideología ya estaba completa y que no hacía falta perfilarla nada más. Pero no era así.

La triste realidad es que el tiempo ha matado irremisiblemente a la ideología falangista y que no han surgido doctrinarios de talla como para poder completar los huecos que se han ido evidenciando cada vez como más dramáticos. Ni siquiera estrategas capaces de repensar formas de actuación. Decir, además, que todo aquello es hoy más actual que ayer, es vivir, literalmente, en la inopia. En un recuente artículo se exponía que hace 50 años el 98% de este país se declaraba católico y el 80% eran practicantes. Hoy, el 80% se declaran católicos, pero solo el 20% practicantes. La definición de España como “unidad de destino” hay que completarla y matizarla, porque de lo contrario, si no se define CUÁL ES ESE DESTINO AQUÍ Y AHORA, EN EL SIGLO XXI, esa definición no aporta nada sustancial.

No percibir que la globalización, la construcción de Europa, el nuevo curso de la civilización adaptada tras el fin de la guerra fría, la caída de las formas tradicionales de organización de la sociedad, el nuevo curso del capitalismo en esta fase histórica, la disyuntiva mundo unipolar – mundo multipolar, la crisis de la iglesia en Europa iniciada tras el Vaticano II y acrecentada desde entonces, las crisis ecológicas, la crisis del petróleo, los cambios en la estructura económica de España, y un largo etcétera, son problemas nuevos ante los que se requieren respuestas de hoy, que un jefe político dedicado a colgar carteles y ensobrar junto a sus militantes, no está en condiciones quizás de advertir, pero que si advierte una parte de la población.

Por eso cuando se le plantea la pregunta de “¿Cuáles son a tu juicio actualmente los puntos que se mantienen intocables?”, la respuesta, no por previsible, parece menos insensata: “Todos y cada uno de ellos podrían ser perfectamente válidos en la actualidad para afrontar los grandes y diversos problemas que aquejan a España y a los españoles”. Es justo lo contrario lo que ocurre y la “prueba del nueve” es el aislamiento creciente del movimiento falangista y su virtual extinción actual. Si los principios fueran tan válidos… la población –o al menos algunos sectores de la población- los asumiría como propios, cuando la realidad es completamente contraria. No hay adhesión de la población, porque no hay respuestas a los problemas de hoy, sino un eterno recrearse en conmemoraciones y rituales.

A MODO DE CONCLUSION: DE MAL EN PEOR

Tal como van las cosas, auguramos un siguiente escisión en el momento en que Andrino anuncie su voluntad de pactar con AES o con DN (si es que existe todavía esa voluntad) y en caso contrario, deberá explicar qué piensa hacer ante las próximas lecciones, pues las cosas no se presentan de forma nada optimista para todos los grupos falangistas. Al fracaso previsible, seguirá la nueva crisis interior y a esta el nuevo lanzamiento de otro jefe o de otro grupo escindido.

Si hay aún alguien en Falange capaz de plantearse problemas y reconocer la situación actual, es posible que esta larga agonía que están sufriendo los grupos falangistas, pueda concluir. Desde que apareció El Caracol venimos reiterando dos ideas que, entrevistas de este tipo, nos confirman en su legitimidad y adecuación:

- Cualquiera de las seis falanges ya no está adaptada para la lucha política en el siglo XXI.

- Cada uno de estos grupos ya no tiene fuerza suficiente como para emprender por sí mismo una aventura política, ni en solitario, ni con una improbable unificación.

- Los militantes más serios de Falange deberían retirarse momentáneamente de la actividad política, replegándose y constituyendo fundaciones y círculos culturales, que pudieran ser laboratorios de ideas para un futuro movimiento más amplio formado por ellos y por otras corrientes.

- En las actuales circunstancias de dispersión, confusión, falta de adecuación doctrinal e imagen negativa, todo esfuerzo invertido en “falange” se desperdiciará inevitablemente. Les guste o no a los últimos mohicanos de esta opción.

 

Texto original de la entrevista:

Antes que nada desearte desde el foro AZUL MAHÓN toda la suerte que Dios te pueda dar para que LA FALANGE esté bien regida y administrada desde el día 29 de octubre de 2006.

Ahora hace poco más de un año en estos foros entrevistamos a Fernando Cantalapiedra, pensando que iba a ser un Jefe Nacional con muchos años por delante. A partir de octubre del año pasado se empiezan a destapar una serie de acontecimientos que algunos, incluso con muchos años en este mundo falangista nos sorprende, aunque algunos no tanto.

No queremos ahondar en las viejas heridas de la división, pero será inevitable recordarlas.

Pero, como queremos que nuestros usuarios e invitados conozcan al nuevo Jefe Nacional pasamos a las preguntas.

1)      Manuel Andrino Lobo: ¿Cuál es tu edad, tu profesión y como llegaste a LA FALANGE?

Tengo 40 años. Trabajo en un grupo de empresas que se dedican en exclusiva al asesoramiento a Instituciones y Ordenes pertenecientes a la Iglesia Católica y en concreto estoy en el Departamento Jurídico e Inmobiliario. Llegué a La Falange en el año 80 y comencé militando en las Falanges Juveniles de España en el Distrito Carabanchel de Madrid.

2)      Sabemos que durante muchos años militaste en FE de las JONS, ¿Qué supuso para ti la perdida de las siglas históricas por un Juzgado, cuando los Congresos Nacionales seguían considerándonos a nosotros como depositarios de ellas?

Supuso una más de las injusticias que he vivido durante todos estos años de militancia en Falange. El Sistema político en el que nos desenvolvemos había triunfado de nuevo y nos había conseguido dividir una vez más, dando protagonismo a aquellos que llevaban muchos años haciendo todo lo posible por hundir a La Falange y que desapareciera de la vida pública de España.

3)      Han pasado en pocos años varios Jefes Nacionales, quizás demasiados por calle Silva, cuando eras un militante o un Jefe Territorial de Madrid, ¿Cómo entendías la Jefatura Nacional?

Siempre he visto la figura del Jefe Nacional como una especie de icono. Un ejemplo. Algo sobrenatural. Pero por encima de eso, siempre he valorado al militante de calle, al que estaba día al día dando la cara y jugándosela. Ese que piensa veinticuatro horas al día en falangista y lo pone en práctica.

4)      ¿Y ahora lo entiendes de la misma forma?

No pienso cambiar en mi forma de ser ni de militar. Pegaré carteles como el que más. Pintaré las calles con mis camaradas. Ensobraré circulares como siempre y si tengo que decirle a la cara algo a alguien, se lo diré, independientemente de a quien represente. Por otro lado, siempre ha representado a La Falange y he intentado hacerlo con la mayor dignidad posible, siendo militante en el distrito de Carabanchel o Jefe Territorial de Madrid durante muchos años.

Paseamos ahora a hablar de la situación del MOVIMIENTO FALANGISTA.

5)      ¿Cómo ves la actual división entre falangistas? ¿Crees que esto tiene remedio o nos tenemos que acostumbrar a vivir una nueva división cada vez que se le ocurre a alguien alguna crítica al Jefe?

Hemos vuelto a los años 70 y 80 donde ya conocí distintas y variopintas siglas falangistas. Siempre ha tratado con el mismo respeto y consideración a todos ellos por el mero hecho de tener unas ideas NacionalSindicalistas como las mías, aunque a la hora de interpretarlas, algunos creo sinceramente se equivocaran. Generalizando, a todos los falangistas nos sientan bastante mal las críticas. Tenemos una forma de ser bastante especial que nos hace difícil reconocer nuestros errores y aceptamos de mala gana los consejos que nos dan, no sabiendo reconocer cuando ha llegado la hora de dejar paso a otros. En algún caso esta situación ha dado lugar a que se aferraran al cargo, en plan inmovilista, desoyendo el clamor de los militantes y provocando  rupturas traumáticas como las que todos conocemos.

6)     ¿No es posible que los Jefes aprendan a ser simples militantes cuando la Junta Política y los Congresos les quieren relevar por la causa que sea?

Parece ser que no resulta fácil que quién ha ocupado el puesto de mayor responsabilidad en La Falange, acepte su nueva situación de militante de a pie y, dentro de sus posibilidades y circunstancias, colabore  con las nuevas Juntas Nacionales emanadas de los Congresos de Militantes.

7)     ¿Ves tan abismales diferencias entre Fe de las JONS, FA, FEI, MNF, … y LA FALANGE, cómo para que ni siquiera se dignen todos en honrar a nuestros fundadores y mártires de forma conjunta?

Con la mayor parte de esas siglas no hay diferencia ideológica alguna, en todo caso personal y creo que con un poco, un poquito, de buena voluntad por parte de todos nosotros, podríamos y deberíamos honrar como se merecen a nuestros Fundadores y Mártires, de una forma conjunta y como primer paso para lograr la ansiada unidad de los falangistas.
Otro caso distinto es el de alguna de esas siglas que creo tienen poco interés ni en honrar a los Fundadores ni en hacerlo de forma conjunta con nadie.

8)     ¿Cuál son las diferencias que tú ves respecto a LA FALANGE originaria y la que debería ser ahora en el siglo XXI?

Aquella Falange Fundacional nació en un clima de preguerra y de extrema violencia que en la actualidad no se da. Era un grupo de hombres, poco homogéneo y de muy diversas procedencias, tanto políticas como sociales, que fueron conformando aquel embrión del Patriotismo español en que se convirtió  aquella Falange perseguida por unos y denostada por otros. a Falange del siglo XXI debe perder todos sus complejos e intentar llegar con su mensaje a la mayor cantidad de españoles en los sitios y condiciones más diversas y en algunos casos, adversas. Debemos dirigirnos a los demás con toda la naturalidad del mundo, exponiendo nuestro mensaje NacionalSindicalista sin arrogancia, violencia ni imposición alguna.  Con argumentos sólidos y consistentes, que los tenemos, ofreciendo soluciones prácticas y convincentes. Eso si, todo ello sin renunciar a nuestro pasado y sobre todo a nuestros muertos, verdadero patrimonio de la Falange, por su entrega y su valor.

9)     Los grandes principios fundacionales los ves vigentes en la actualidad?

Totalmente vigentes. La concepción del hombre, cristiana y occidental, alrededor de la cual giran los principios fundacionales de la Falange, seguro que están más de actualidad en el inicio del siglo XXI que en aquellos años 30 del siglo pasado; quizás porque actualmente esos principios están siendo atacados con mas crudeza que entonces y la pérdida de valores se produce de forma mas acelerada.

10)     ¿Cuáles son a tu juicio actualmente los puntos que se mantienen intocables?

Todos y cada uno de ellos podrían ser perfectamente válidos en la actualidad para afrontar los grandes y diversos problemas que aquejan a España y a los españoles. No obstante, hay que indicar que algunos de ellos, hoy en día tienen una incidencia mínima, y en cambio, otros que entonces prácticamente no existían, ocupan ahora mismo un lugar destacado en la problemática de los españoles. Problemas como el de la inmigración, el aborto, la vivienda, la inseguridad, etc. exigen soluciones nuevas por parte de la Falange por ser situaciones relativamente nuevas y en cambio asuntos como la ruptura de la Unidad de España, el ataque al Cristianismo, el terrorismo, el Separatismo, etc. eran ya un verdadero cáncer en la España de los años 30.

© Foro Azul Mahon

ANDRINO (Y CASI UN TABOR DE REGULARES) EN LA CONVENCION DEL FRONT NATIONAL

ANDRINO (Y CASI UN TABOR DE REGULARES) EN LA CONVENCION DEL FRONT NATIONAL

Tenemos que aprender a leer los comunicados de prensa de los partidos patrióticos porque de ellos se deducen extraordinarias enseñanzas para interpretar la realidad. Ya lo hemos hecho en otras ocasiones, y ahora el comunicado de La Falange de Andrino sobe su presencia en la BBR nos da la oportunidad de opinar sobre algunos de problemas más habituales de los grupos patrióticos en sus salidas al extranjero... lo cual no es poco.

1. ¿PERO CUÁL ES EL BALANCE POLÍTICO DEL VIAJE?

El comunicado sobre la BBR da la sensación de ser el resumen de un viaje turístico como cualquiera de los protagonizados por “Curro” en España o por el “Club Mediterranée” en Francia. En el comunicado hay muy poca política. La mayoría es anécdota, Véase:

“[saludamos] a un gran amigo de España, Alain Lavarde y su encantadora esposa,

Las únicas referencias políticas del viaje se resumen en esta frase que intenta dar cuenta, mal que bien, del discurso de Le Pen:

“…mezclaba la defensa de las tradiciones francesas frente a la inmigración y la entrada de Turquía en Europa, con la solución a los problemas sociales de vivienda, educación, inseguridad , etc. que sufre la actual Francia y con la permisividad de los políticos, tanto de la derecha como de la izquierda, que han gobernado en Francia durante los últimos lustros.

Pobre resumen de un discurso muy rico en contenidos que puede leerse completo en http://www.frontnational.com/doc_interventions_detail.php?id_inter=51 .

No hay balance político en el comunicado de Andrino: tan solo una visita protocolaria para hacerse una foto junto a Le Pen. Como es habitual en estos casos, en la web de La Falange (Andrino) las fotos son mucho más importantes que el comunicado político. Véase su Web.

Los militantes de La Falange (Andrino) no van a aprender gran cosa del FN (y podrían aprender tanto…) porque la visita no se mide desde el punto de vista de las relaciones políticas, sino del intercambio social. Yo te visito y a ver cuando tú me devuelves la visita. No hay “dimensión política”

Entendemos por dimensión política:

- resaltar lo que une

- explicar el papel del FN en la coyuntura política francesa

- resumir los puntos principales del programa del FN

- proponer iniciativas en común en el marco de la Unión Europea

- establecer las bases políticas sobre las que debe basarse la relación bilateral

En lugar de recordar lo buena que está la esposa de Lavarde…

2. ¿CONTACTOS CON EL FRONT NATIONAL O CON EL FRONT NATIONAL… DE LA JEUNESSE?

A partir del año 2003, los contactos de DN con el FN, en rigor, no han existido. No puede evitarse que cada vez que Le Pen saluda a algún miembro de DN, el delegado sea diferente y la única constante sea que el partido sigue sin representación parlamentaria ni municipal.

DN en los últimos años, no ha tenido contactos con el FN… sino con el FNJ, es decir, con la sección juvenil del Front. Y así podemos entender también el comunicado de Andrino cuando dice:

Verdaderamente fructífera fue la reunión que mantuvieron el camarada Jesús Fernández, Delegado Nacional de Juventudes de LA FALANGE y David Rachline, máximo dirigente de las Juventudes del "Front National".

Tiene cierta importancia recordar que dentro del esquema del FN, el FNJ tiene un papel muy secundario.

Los grupúsculos españoles deberían meditar sobre lo que pueden extraer del FN: experiencia y técnica política. En lugar de eso, se limitan a vanagloriarse de ser cada uno el “partido hermano español del FN” y de bajar la vista cuando alguien les pregunta por número de votos, número de afiliados, número de diputados, número de concejales… bajar la vista y hacer todo lo posible para que no se descubra la amarga realidad española-

3. ¿ES EL FRONT NATIONAL UN PARTIDO DE NOSTALGICOS O SON LOS NOSTALGICOS DEL FRONT LOS QUE SE HAN ASIGNADO A LOS VISITANTES ESPAÑOLES?

El comunicado de Andrino, describe la recepción que recibieron los “delegados” falangistas. Si hemos de atenernos a esta descripción acabaríamos pensando que el Front National es un partido nostálgico que recibe a otros nostálgicos como ellos. Estos párrafos no tienen desperdicio.; léase:

A continuación y con la ayuda de José Antonio Blanco y de Alain de Boyer, miembros del "Circulo Franco-Hispánico" recorrieron todos los stands presentes y fueron saludando a los distintos responsables allí presente, comprobando con cierta sorpresa el como los patriotas franceses conocen de primera mano el significado de LA FALANGE en la historia reciente de ESPAÑA y como saben que los nuestros murieron con Honor por defender unos altísimos ideales.

Fragmento al que hay que añadir este otro que tampoco tiene desperdicio:

Muy emocionante fue escuchar el "CARA AL SOL" entonado por un grupo de franceses, quienes ataviados con diversos trajes militares de época, regalaron a los oídos de los españoles allí presentes, donde permitieron que el Jefe Nacional, camarada MANUEL ANDRINO, diera los gritos de rigor ante los cientos de franceses que en una actitud de riguroso respeto aplaudieron el final del mismo.

Y este otro fragmento, ayuda a entender mejor la situación:

Precisamente en el stand del "Circulo Franco-Hispánico" estuvo colocada la bandera de LA FALANGE durante estos días y los ejemplares de la revista "Nosotros" editada recientemente, se agotaban enseguida por los numerosos curiosos que se acercaban al ver a los camisas azules.
Precisamente allí fue donde se produjo el primer encuentro con Jean-Marie Le Pen verdadero conocedor de ESPAÑA y de LA FALANGE y donde tuvo unas palabras de ánimo para los falangistas ante el ataque que éstos están sufriendo por parte del gobierno socialista y manipulación de la "Memoria Histórica".

No creemos que a la mayoría de cuadros y dirigentes del FN y mucho menos a sus electores, militantes y simpatizantes, en buena medida llegados de la izquierda, les interese mucho la historia de un partido español fundado en los años 30 y que desde la desaparición de Franco, tiene un papel residual en la política española. Las frases retóricas del comunicado hacen sonreír para quien conoce la dinámica interior del FN, con la mirada puesta adelante y con pocos compromisos y tributos hacia los años 30: nunca veréis a ningún líder del FN referirse a las ligas fascistas de la pre-guerra, o a los Camelots du Roi, o al PPF de Doriot… mucho menos a un partido con todos los rasgos propios de los partidos de los años 30. Pero todo se entiende más cuando se percibe que la calurosa acogida fue realizada por los miembros del Círculo Franco-Hispánico… entidad simpatizante del FN, pero no, en sentido estricto, el propio FN.

4. ¿PERO CUANTAS “DELEGACIONES ESPAÑOLAS” ACUDIERON?

Lo sorprendente del comunicado es que no se sabe exactamente a qué título aparece la delegación de La-Falange (Andrino). ¿Delegación oficial? ¿amigos de los amigos? ¿o qué? Y lo mismo podría preguntarse al resto de grupos que asistieron, porque realmente, en esta ocasión, puede hablarse de “comitiva española” en la fiesta del a BBR.

De un lado aparece un delegado de DN, despistado. DN utilizará esta presencia para presentarse como el “aliado español” de Euronat. Y poco importa que, Euronat hace seis años que no exista.

De otro lado los de AES montan un stand. Eso está bien. Da más sensación de solidez. Suponemos que esta presencia se debe al papel de los católicos tradicionalistas del Front. Parece lógica, pues, su presencia.

En cuanto a La Falange de Andrino, el único motivo de su presencia es que allí donde esté Alberto Torresano allí estará el grupo. Torresano está “abonado” a la BBR y a los congresos de Le Pen. No se pierde ni uno; pero esta presencia hay que entenderla a título personal. Lo más probable es que si, por una pirueta del destino, Torresano viera la “verdad y la luz” y se hiciera carlista –es un suponer- esto no sería obstáculo para que dejara de acudir a las BBR, los carlistones estarían presentes en la BBR. Así pues, Andrino iba en calidad de camarada de Torresano, mucho más que en la condición de “aliado español”. Se trata, pues, de una relación personal, mucho más que política.

Finalmente, estamos casi seguros de los alegres muchachos de Corral (MCE-AJE) debieron también aparecer por allí como han hecho en otras ocasiones.

Entendemos que a los franceses les resulte curiosa esta multiplicidad de “delegaciones españoles” y no le atribuyeran excesiva importancia en tanto que Front National, pero sí en tanto que “católicos del Front”, o “amigos de Torresano del Front”. Como partido, me da la sensación, de que han dejado de esforzarse en comprender lo que pasa en el ambiente patriótico español.

5. CONCLUSIÓN: EL FRENTE NACIONAL DESEADO Y EL FRENTE NACIONAL REAL

Lo distintos grupúsculos españoles consideran que el FN está hecho a su imagen y semejanza:

- los católicos ven en el FN un partido católico… pero no quieren ver a un partido en el que hay también neo-paganos, protestantes y miembros de sectas cristianas.

- los nostálgicos falangistas ven en el FN un partido que admira todo lo que huela a coleccionismo, desde camisas azules, hasta cara al sol, hasta banderas rojinegras.

- los miembros de DN, ven en el FN al primo de Zumosol.

El FN es bastante más que todo eso: es un Frente en el cual existen católicos organizados en asociaciones católicas autónomas, existe el pequeño núcleo de nostálgicos de Vichy, irrelevante en las dimensiones del Front, como existe el exiguo núcleo de hispanistas… pero eso es una parte mínima del Front. Y ni siquiera es significativa. El FN es otra cosa: es un partido que ha sabido traducir en fuerza política el peso de los damnificados por la globalización en Francia, las clases medias y las clases trabajadoras de las banlieux… El FN es un movimiento político, no un círculo confesional o nostálgico.

Mientras las “delegaciones” españolas que acudieron allí no se den cuenta de esa realidad, confundirán su visión particular, fragmentaria y parcial del FN con lo que es la totalidad del Front. Por ejemplo: ¿estarían dispuestos los de AES a trabajar políticamente con protestantes, ateos y paganos? Le Pen, sí. ¿Estarían dispuestos los de Andrino a reducirse a un círculo defensor de las “esencias falangistas” pero sin realizar actividad política como tal? Pues eso es lo que hacen los miembros del Círculo Franco-Español? ¿Y los de DN aceptarían…? Si, ahí si, esos aceptarían cualquier cosa con tal de sobrevivir.

 

 

EL GRAN PROBLEMA: LA INADECUACION IDEOLOGICA FALANGISTA

EL GRAN PROBLEMA: LA INADECUACION IDEOLOGICA FALANGISTA

 

En los documentos originarios de Falange Española se percibe en ocasiones un peligroso equívoco entre programa y doctrina. El programa es un elemento táctico que resume las propuestas que un partido puede efectuar en un momento dado de su historia. Cuando se alteran las circunstancias, cambia necesariamente el programa. En cuanto a la ideología, a diferencia del programa, es fija e inmutable. En principio… por que las ideologías terminan siempre siendo esquemas rígidos que pierden pronto actualidad. Resulta evidente que al leer las páginas de las Obras Completas estamos ante un libro que nos ayuda a comprender la historia de la Segunda República; así mismo al leer las «Disgresiones sobre el Futuro de las Juventudes» de Ramiro, estamos repasando la historia de Europa… hasta ese momento y otro tanto ocurre con el «Discurso a las Juventudes de España». Hace falta, pues, establecer exactamente que es lo que hay de presente y de futuro en todo este material histórico.

La primera impresión es que hay poca actualidad en los textos históricos. Ciertamente José Antonio y Ramiro atacaron al capitalismo y hoy esta temática tiene una actualidad inequívoca, pero el capitalismo que conocieron ambos tiene muy poco que ver con el capitalismo moderno. Nada se dice sobre los procesos que conforman la realidad del capitalismo moderno: la automatización de los procesos de trabajo, la revolución de las comunicaciones generada en la posguerra y la revolución de la microinformática experimentada a principios de los años 80, el proceso de globalización con la creación de un mercado único global, los procesos de deslocalización industrial de Norte hacia el Sur y los procesos de inmigración masiva del Sur hacia el Norte, las necesidades de nuevas dimensiones nacionales que respondan a este proceso, la desaparición del comunismo, lo efímero de la nueva izquierda, la creación de la Unión Europea, la elevación de los Estados Unidos y de sus contenidos culturales al rango de único «imperio», etc., todo ello implica nuevo elementos ante los cuales no existen respuesta en las Obras Completas, ni en los textos históricos, capaces de aportar planteamientos adecuados sobre ninguno de estos temas. Ni, por lo demás, existen ideólogos en las filas de las distintas fracciones falangistas capaces de revisar de manera indiscutible estos temas y proponer respuestas concretas.

A decir verdad, este problema se viene arrastrando desde los tiempos de la postguerra cuando el partido advierte que los líderes históricos han sido asesinados durante la guerra. En ese momento, los militantes falangistas tienen demasiado reciente el impacto de la contienda y el hecho de que algunos de ellos estén ocupando puestos directivos en el nuevo Estado, hace que se obvie el completar las lagunas ideológicas. Cuando se está en el poder se piensa en gestionarlo, no en justificarlo o interpretarlo. Por lo demás, en un primer momento, el fascismo parecía que lograría imponerse a los Estados democráticos y las perspectivas eran buenas, así que las únicas cosas que se rectificaron afectaban a la «cuestión nacional» (ingenuas rectificaciones territoriales en Marruecos, Sahara y Guinea) y poco más. Pero, en un segundo momento, cuando las cosas se torcieron para las fuerzas del Eje, algunos empezaron a advertir la naturaleza del conflicto que estaba ante la vista: o bien Falange se democratizaba (algo difícil por que la impronta y la estética fascista estaban demasiado presentes y constituían el alma de Falange, tanto de la disidente del Movimiento, como de la franquista. Llama la atención que, muy frecuentemente, los disidentes les Movimiento, los falangistas antifranquistas, eran, contra lo que se tiene tendencia a pensar, eran más proclives al fascismo y al nazismo, que los sectores oficialistas.

A partir de ese momento empezó el fraccionamiento en cadena: la mayoría del movimiento falangista adoptaron posiciones seguidistas hacia el franquismo; una minoría muy exigua pasó a engrosar la disidencia falangista, más o menos clandestina, otros desengañados por la imposibilidad de realizar al «revolución nacional» a la vista de la derrota del Eje, se desmovilizaron. Los hubo –como Ridruejo– que se dejaron ganar por las tesis de recuperación de las libertades democráticas y abandonaron el falangismo.

En una segunda fase del conflicto ideológico se produjo una decantación hacia los dos elementos que componían la síntesis «nacional-sindicalista». Aparecieron los falangistas «más nacionalistas que sindicalistas» y los que se consideraban más «sindicalistas que nacionalistas». Los primeros se identificaban casi completamente con los falangistas del Movimiento Nacional, los segundos fueron a engrosar los movimientos «hedillistas» y «falangistas de izquierda» que sobrevivieron hasta finales de la década de los 70. Existió un último sector que intentó mantener la síntesis situándose en una posición equilibrada entre los dos términos en nombre de la «ortodoxia ». Nos referimos al F.E.S., si bien es cierto que todos los sectores se consideraban herederos de la Falange fundacional.

A medida que se hizo evidente que España debía confluir, antes o después, con Europa, algunos falangistas intentaron formas de adaptación a las formas políticas que entonces imperaban en Europa. Fue así como Cantarero del Castillo, haciendo una lectura unilateral y selectiva de los textos joseantonianos (excluyó por supuesto cualquier otro) concluyó en posiciones socialdemócratas que sostuvo desde su Asociación de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes, quedando muy lejos del tronco central falangista. Su libro «Falange y socialismo» fue contestado con particular energía por el FES.

Pero otros se alejaron aun mucho más. A principios de los años sesenta núcleos universitarios de las Juventudes Falangistas pasaron directamente al Partido Comunista de España e incluso, como en Barcelona, algunos se integraron en la extrema-izquierda (Juan Colomar pasó al Front Obrer Catalá y fue uno de los fundadores de la Liga Comunista Revolucionaria, “Anibal Ramos” siguió la misma trayecto, pero pasó luego a la Organización Trotskysta y luego al Partido Obrero Revolucionario y fueron dos ejemplos entre un par de centenares).

Otros, como Miguel Hedilla Larrey, al reemprender la actividad política constituyó un Frente Nacional de Alianza Libre, de difícil definición, pero, en cualquier caso oficialmente no-falangista. En el libro «Hacia una historia del FES» se explica ese proceso: «Por aquella época el FSR, producto de una escisión del FES, ya había hecho su aparición intentando evitar las formas falangistas para hacer más vendible su mercancía. Según la historiadora inglesa Ellwood actuaba como Presidente del FSR Manuel Hedillla quien aprovechando un viaje de Narciso Perales, auténtico líder del grupo, a Iberoamérica, había convertido el FSR en Frente Nacional de Alianza Libre».

Hay que dedicar un pequeño párrafo a Miguel Hedilla. Tras se condenado a muerte pasó una temporada en prisión y luego en el destierro. En 1965, Narciso Perales contactó con él, pero Hedilla no estaba dispuesto a participar en nada que tuviera como rótulo la palabra «falange» o «nacionalsindicalista». De hecho, esta posición vería ya de la postguerra. Un falangista barcelonés que lo visitó con una delegación en su destierro para pedirle consejo y orientación me dijo textualmente: «Nos mandó a paseo». Hedilla murió en 1969 y Fuerza Nueva fue una de las pocas revistas que publicaron su esquela. El mito, absurdo, pueril y, entre ingenuo y malintencionado, consistió en la creación de una «falange hedillista», cuando Hedilla murió incuestionablemente como «no-falangista» e incluso muy contestado en medios «ortodoxos» del FES que le dedicaron un artículo titulado «Gerontocracia (la coalición de los abuelos con el afán de mandar»).

El programa del FNAL era difícilmente definible, recordaba algo al de Falange, pero no aparecían las referencias clásicas. Tampoco da la sensación de que nunca tuviera una gran extensión ni profundidad y todo induce a pensar que se trató apenas de una extensión del FSR extendido a unas pocas provincias. Y, por lo demás, no está claro que todos los militantes del FNAL fueran no-falangistas. Sin embargo, todas estas indefiniciones, dificultades para entender realmente lo que pasó en aquellos momentos, versiones diferentes y contrapuestas, no pueden hacer olvidar que hacia finales de los años 60 algunos sectores falangistas empezaron a ser víctimas de un complejo de inferioridad hacia la extrema-izquierda que les hizo, poco a poco, virar hacia posiciones situadas mucho más allá de la izquierda situada en la oposición democrática. Es fácil entender por qué esos falangistas «acomplejados» nacieron de  núcleos estudiantiles. La universidad española en aquella época era un coto cerrado de grupos, partidos y partidillos marxistas.

Era prácticamente imposible actuar políticamente en la universidad con otros planteamientos. Así de sencillo. Algunos falangistas, disidentes del FES (los «lupulinos») en Madrid y miembros de las Juventudes Falangistas en Barcelona se fueron corriendo, primero poco a poco y luego a velocidad de vértigo, estos núcleos fueron virando hacia posiciones más izquierdistas, con incorporación de elementos marxistas, anarquistas, sindicalistas, admiración a las experiencia armadas de la izquierda iberoamericana, etc. El caso extremo lo componen las Juntas de Oposición Falangista en Madrid y la Acción Revolucionaria Sindicalista de Barcelona, que se manifestó junto a la CNT en varias ocasiones y a la que, fatalmente, terminaron integrándose algunos de sus miembros, tras una larga y tortuosa evolución en la que existieron etapas intermedias: Confederación de Grupos Autogestionarios, junto al Partido Sindicalista, mezcla de pestañistas en Barcelona y de antiguos miembros del FSR en Madrid, todo para terminar diluidos en la CNT en el tiempo en el que esta organización era potente. Tras el «Caso Scala» (en el que resultó involuntariamente mezclado alguno de estos personajes), de todo esto no quedó ni el recuerdo. Pero de esta experiencia no hay más que retener que las deficiencias ideológicas y la hegemonía de la izquierda entre la juventud de la época, generaron un complejo de inferioridad resuelto de manera muy ingenua en tres fases: en la primera se seguían manteniendo los mismos símbolos y estética, pero acompañados de una retórica ultraizquierdista en la que se intentaba «superar al partido comunista por la izquierda»; en una segunda fase –y a la vista de que el planteamiento era increíble para la extrema-izquierda marxista y anarquista a la vista del acompañamiento ritual y simbólico– se renunciaba a la estética falangista para concentrarse solamente en los aspectos «sindicalistas» y «sociales» del anterior programa; en una tercera etapa, se renegaba textualmente del origen y se pasó a integrar las filas de los partidos  o sindicatos marxistas o del a CNT. Un verdadero drama surgido al calor de un complejo de inferioridad ideológico.

El grupo FE-JONS(A) siguió una evolución similar, pero con algún matiz. Nunca renunció a la estética falangista creyendo, en una ingenuidad absolutamente incomprensible, que forzando los planteamientos izquierdistas lograrían un reconocimiento, no ya democrático, sino de las fuerzas situadas más a la izquierda. Algo imposible, por supuesto. Para colmo –recuerda el libro «Hacia una Historia del FES»: «Su ideario, para no ser menos que los demás, se resumía en 27 puntos, ajustados lo más posible a los de la Falange primitiva, limando por supuesto aquel lenguaje que se hacía impresentable. Así el punto 3, aparecía con un “Tenemos vocación universal...” en vez del “Tenemos vocación de Imperio...”. Se ponía el mayor énfasis en el aspecto sindical y en una utópica transformación económica de imposible realización, común denominador de los grupos falangistas, tales como nacionalización de la banca, de los servicios públicos, de los seguros y de “toda empresa que por necesidad nacional sea conveniente” (punto 14). En lo referente a la Iglesia, tras “reconocer” la dimensión religiosa del hombre (lo cual por otra parte no era decir nada) y saberse inspirados en la ética cristiana, exigía la absoluta separación entre Iglesia y Estado “sometiendo a la primera a ley civil en materia secular”».

No vale la pena extenderse mucho en todo esto que, en el fondo, es agua pasada. Sirve, eso sí, para demostrar hasta qué punto, a pesar de no quererlo reconocer, la realidad hacía que las limitaciones doctrinales y la creciente inadecuación entre doctrina y realidad, generaran cada vez más conflictos. A partir del 23-F, cuando las distintas fracciones falangistas entran en una etapa de lenta extinción, estas diferencias doctrinales pasan a segundo plano, se elude cualquier tipo de problemática ideológica –a pesar incluso de la convocatoria de un Congreso Ideológico por parte de Diego Márquez que llegaba demasiado tarde cuando ya no existía iniciativa en ningún terreno y los cuadros más experimentados ya habían abandonado el partido– y el único problema consiste en cómo poder sobrevivir realizando un mínimo de actividad que asegure que las plazas de militantes que abandonan, mal que bien, sean cubiertas por recién llegados.

Pero este complejo de inferioridad no aparecía por primera vez en 1968. Se evidenció por primera vez tras la derrota del Eje y la desaparición política del fascismo. Desde nuestro punto de vista, Falange fue la versión española del Fascismo Italiano, como existieron otras versiones, cada cual con sus particularidades, con su voluntad de diferenciarse del modelo italiano y con sus innegables concomitancias. Si no se reconoce esta filiación y se evita reconocer que la separación entre fascismo italiano el falangismo español, es una grieta tan pequeña como la que puede separar a la socialdemocracia alemana del socialismo español o del laborismo inglés, entonces se está polemizando inútilmente. José Luis Jerez hace más de 20 años resumió sus conclusiones en su libro «Falange, partido fascista » y a él remitimos a quien quiera profundizar en la cuestión. El propio Jerez, en una obra posterior en la que recopilaba los  escritos de Manuel Hedilla, demostraba fehacientemente, la  mentalidad de aquella Falange en aquella época… Se trataba, pura y simplemente, de la versión española del «fascismo español». Era un signo de los tiempos.

El problema vino cuando se produjo la situación contradictoria en la que España no entró en guerra junto al Eje y la derrota de las potencias «fascistas», generó una Europa democrática de la que nuestro país resultó excluido. Si España hubiera participado en la guerra mundial, la derrota hubiera generado la prohibición del «partido fascista español» y su reconversión en un partido democrático, como ocurrió en Italia con el MSI. Pero la persistencia del régimen franquista y su aislamiento internacional, hizo que Falange permaneciera al margen de la debacle del fascismo europeo y lograra mantener unas décadas su inercia interior. Como máximo, aprovechando algunas frases dispersas en las Obras Completas, se creó la ficción –increíble a todos menos a quienes estaban predispuestos a aceptarlo– que la Falange no era un partido fascista. Esta tendencia fue creciendo a lo largo de los años 60 y 70, hasta convertirse en un clamor de buena parte de los sectores azules.

Se negaba lo que para toda España y para los historiadores y comentaristas políticos, para la opinión pública y para los observadores extranjeros, era obvio, a saber: que la Falange si tenía un «origen» y una inspiración en los movimientos fascistas de los años 30. El error de los distintos núcleos falangistas consistió en pensar ingenuamente que sólo con unas pocas frases dispersas en los textos clásicos podían levantarse la pesada losa que pesaba sobre Falange. Era completamente imposible.

Por lo demás, había quienes compartían la visión de la falange como partido fascista y estaban dispuestos a contrarrestar los esfuerzos de quienes negaban la mayor. El error consistió en no reconocer que el fascismo había perdido la guerra, que Falange pertenecía al tronco de ideologías de los años 30 que habían nacido inspiradas en el fascismo

italiano y que era precisa una reconversión urgente. Eso era evidente a partir de 1945. Cuando veinte años después, eso fue evidente, las actitudes fueron tres: negarlo defendiendo una ortodoxia que afirmaba justamente lo contrario (FES), dar una orientación obrerista-izquierdista (neo-hedillistas y falangistas de izquierda), dar una orientación franquista al partido (Fernández Cuesta, Girón, etc.). Pero, aparte, del intento de Cantarero y de su «Falange Socialdemócrata», de muy escasa penetración en la clase política, a nadie se le ocurrió, incluso en una fecha tardía en modificar las pautas del partido y convertirlo en una fuerza política democrática y homologable a los partidos que empezaban a despuntar y que, antes o después, deberían competir en unas elecciones libres. Quizás es que no era posible. Quizás es que nadie reparó en la necesidad. O que nadie tuvo la capacidad para hacerlo.

Existía otra posibilidad: la de llevar al franquismo hacia posiciones progresivamente más falangistas. Pero esta perspectiva encontraba dos obstáculos: indefinición e inadecuación ideológica de un lado y de otro falta de cuadros para afrontar el período desarrollista, tal como hemos mencionado antes. Solamente en el terreno sindical Falange podía aportar algo. La legislación social del franquismo era un producto de los falangistas enclastrados en el régimen. Pero, a partir de los Planes de Desarrollo, cuando el país vivió un período de crecimiento económico, los trabajadores, fueron distanciándose progresivamente del régimen –solo puede pensarse en cambios profundos con el estómago lleno– y los núcleos falangistas fueron, poco a poco, desbordados por Comisiones Obreras, entre cuyos miembros fundadores se encontraban algunos antiguos falangistas.

La vía de la evolución del régimen hacia posiciones falangistas era imposible. La vía de la constitución de un partido democrático homologado a otros partidos y con capacidad para obtener buenos resultados en unas elecciones democráticas, tampoco pudo concretarse. No había dirigentes prestigiosos que, además, fueran ideólogos o estrategas capaces de darse cuenta del estado de la cuestión: el tiempo de Falange había pasado, sólo quedaba el renovarse o morir. Y el conjunto no se renovó en una vía razonable, lógica y que pudiera ser apreciada por la población. Por que los puntos en los que se producía una inadecuación creciente de la doctrina falangista eran varios:

IDEA DE ESPAÑA

«España es una unidad de destino en lo universal». Bien, esto es aceptable pero no resuelve completamente la «cuestión nacional» especialmente en este momento histórico en donde la «dimensión nacional» es fundamental para la supervivencia del Estado. Y, por lo demás, esto tampoco resuelve la cuestión histórica de «cuándo empezó España a existir?». Para la escuela tradicionalista fue a partir de la conversión de Recaredo y durante la Reconquista y, por tanto, España está íntimamente ligada a la catolicidad. Y esto lleva a otro planteamiento sobre el catolicismo en Falange. Y, a partir de aquí, las discusiones ideológicas que derivan evidencias, no sólo los desfases entre la doctrina fundacional y la realidad actual. Por que estamos en el período de los grandes bloques continentales.

Para afrontar el reto del «imperio americano» y de la globalización un solo Estado Nacional no basta. Carece de la «dimensión» adecuada. Esto no ocurría en 1933, ahora sí. Algunos falangistas lo percibieron incluso en los primeros tiempos del franquismo cuando la añoranza del Imperio reavivó la idea de «hispanidad» o de «comunidad hispánica de naciones».

Era una vía, desde luego, pero que ignoraba tres hechos fundamentales: la geografía que hacía que España estuviera alejada del Iberoamérica y que éste subcontinente, a partir de la Doctrina Monroe fuera coto privado de los EE.UU.; la propia actitud de los Estados iberoamericanos poco interesados en establecer vínculos preferenciales de tipo político con España que supusieran un menoscabo a la posición norteamericana: y, finalmente, los propios nacionalismos iberoamericanos que generaban innumerables focos de conflicto entre los países fronterizos (Argentina y Chile, Bolivia y Paraguay, Bolivia y Perú, Colombia y Panamá, Honduras y Guatemala) y por la situación interior de debilidad creciente de esos países (inestabilidad en los años 50, guerrillas en los 60, golpes de Estado en los 70, corrupción partitocrática en los 80, dependencia económica en los 90 y bancarrota en el siglo XXI).

Estaba claro pues que era preciso rectificar algunos aspectos de la doctrina falangista. Especialmente a partir de la muerte de Franco. Pero a principios de 1976, cuando tuvo lugar el Congreso Nacional Falangista, en la «Ponencia Internacional», David Jato siguió sosteniendo la negativa a orientar la política exterior del partido hacia Europa y a seguir insistiendo en los vínculos preferenciales con Iberoamérica. Bruscamente, en 2002, una de las fracciones falangistas, «La Falange», descubrió que Europa existía. Siguió sin rectificar la «política europea» contraria a la U.E., pero, eso sí, empezó a tener contactos con otros grupos europeos, frecuentemente contradictorios y enfrentados entre sí (Le Pen, el NPD, el grupúsculo italiano católico Fuoza Nuova) llegando a afirmar que había constituido un «frente Europeo prolongación del Frente Español»… ahí es na’.

La cuestión no era solo de «contactar» con otros grupos de manera superficial, sino de rectificar ideas respecto a la «cuestión nacional». España en 1975 estaba destinada a converger con Europa. Lo único que podía defenderse ya a partir de entonces era: 1) un acuerdo ventajoso para España en su integración a Europa y 2) una concepción particular de Europa que no tenía por qué coincidir con la oficial del entonces Mercado Común. Frente a la «Europa de los Mercaderes» y una «Federación de Estados Nacionales». En lugar de esto, la postura imperante en las distintas fracciones falangistas era, pura y simplemente, negar Europa, la integración en la U.E. y seguir afirmando la perspectiva iberoamericana.

Muy pocos en Iberoamérica tienen idea de lo que es la «Hispanidad ». A unos cuantos millones de argentinos, ecuatorianos, peruanos y colombianos, España solamente es la posibilidad de huir de la inestabilidad y la miseria. En algunos círculos falangistas a principios del 2000 se sostenía la absurda teoría – y entre los que lo sostenían figuraban algunas «cabezas pensantes» del sector– que era necesario estimular y admitir la inmigración iberoamericana en Europa para estimular la «españolización» de Europa. En efecto, la llegada masiva de inmigrantes andinos a Europa debería suponer un estímulo a la lengua y a la cultura española en el nuevo continente. Con análisis así no hacen falta estudios críticos. Ni siquiera enemigos...

LA CUESTION RELIGIOSA

Luego estaba la cuestión del catolicismo. José Antonio y Onésimo eran católicos. Ramiro, simplemente ateo. La mayoría de los militantes históricos, seguramente, eran católicos en un tiempo en el que el catolicismo era hegemónico en la sociedad española. Hoy no ocurre lo mismo. Desde los años 60 y, especialmente, a partir de las reformas conciliares, el catolicismo fue perdiendo influencia hasta ser hoy una comunidad religiosa en franca recesión y en evidente crisis abierta. Por lo demás, la crisis que la Iglesia está viviendo desde el inicio del papado de Juan Pablo II, se ha ido agudizando hasta comprometer la existencia de la institución que, en nuestra opinión, vive una crisis terminal. Esto, sin olvidar que, a partir de los años 50, los distintos sectores falangistas han hecho del Opus Dei una especie de «bestia negra»… ese mismo Opus que se ha convertido en uno de los pilares de la Iglesia en el período Wojtyla hasta el punto de, contra cualquier lógica y criterio, Roma ha elevado a la santidad al fundador de la secta.

Para un sector políticamente prudente, esta crisis terminal de la Iglesia debía forzar a la reflexión. Cada vez resultaba más evidente que había que situar al partido fuera de la influencia de la Iglesia… precisamente por que no se sabía –o más bien las intuiciones que se tenían eran absolutamente negativas– hacia donde iba a evolucionar la institución. Pero, contrariamente a esa lógica, los núcleos falangistas siguieron una evolución completamente diferente: los falangistas colaboradores con el franquismo, colaboraron luego con Blas Piñar, católico ante todo y católico tradicionalista en un momento en que la influencia de esta corriente en la Iglesia española eran mínimos; otros, como el FES siempre ligaron el catolicismo a su comunidad política; a partir de los años 80, la fracción FE(i) abundó en esa perspectiva; ya en el 2000, algunos elementos de la fracción La Falange, dieron muestras de estar más en la línea de Blas Piñar de 1977 que en la de la Falange histórica, sosteniendo, contradictoriamente, posturas tradicionalistas en lo religioso que no les impedían colaborar con el grupo valenciano España 2000, cuyo inspirador y «alma», José Luis Roberto, era el impulsor de ANELA, asociación defensora de los intereses de los propietarios de los puticlubs y entonces era mucho más conocido por esta actividad que por su ideología política (en septiembre de 2002, sobre 15 noticias almacenadas en la base de datos de EFE en las que aparece José Luís Roberto, 13 tenían que ver con la temática de los puticlubs y 2 con incidentes en el barrio valenciano de Ruzafa).

¿Qué puede pensarse de todo esto?

Las actitidudes de las distintas fracciones falangistas son, como mínimo, contradictorias en el terreno religioso y varían desde el indiferentismo, hasta los integristas religiosos, pasando por los que han optado por la inercia de seguir sosteniendo sin mucho interés los textos fundacionales en los que se alude al catolicismo. Pero no existen entre los documentos falangistas ninguno que haya denunciado la situación de crisis y desintegración de la Iglesia, optando, en consecuencia, por una política de alejamiento de la institución, sosteniendo una ética y una moral, pero no una confesionalidad.

En 2002 tuvimos la desagradable experiencia de discutir en un foro falangista en Internet con alguien que defendía la santidad de «Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer» (aun cuando el nombre que consta en su partida de nacimiento es José María Escriba Albas). La idea, apoyada en sus 8 años de estudios de teología, era que un Santo aprobado por el Papa era un verdadero santo, a despecho de que existiera un evidente (e incalificable) oportunismo en esta canonización y que existieran muchas personas que conocieron a Escriba personalmente y que pueden atestiguar que, como mínimo, fue una persona curiosa, pero muy alejada de la santidad. Pues bien, en la polémica terciada en ese foro falangista, apenas hubo respuesta a la santidad de Escriba. En otras palabras: una idea que hasta ese momento había estado muy clara –que el Opus Dei era una secta católica de extraños e incomprensibles comportamientos en lo personal y una trayectoria política neoliberal y, desde luego, históricamente antifranquista– ya no lo estaba tanto. En ese mismo foro se discutió sobre «España» y su origen histórico.

Algunos sosteníamos que España era anterior a la conversión de Recaredo y sobreviviría a la próxima e inevitable desintegración de la Iglesia. La estrecha vinculación entre España y la Iglesia fue real en un período de su historia (en el período Imperial), pero, antes de este período y después del mismo, no hay que exagerar la importancia histórica de la vinculación a Roma. En la Edad Media menudearon los conflictos entre las Ordenes Militares y Roma de un lado y entre el estamento caballeresco y el religioso de otro. Por lo demás, la Iglesia de aquel tiempo era muy diferente a la que salió de Trento y la Iglesia de Trento y la actual median distancias interestelares. 

Identificando España con Catolicidad lo único que se logra es interpretar un período en la historia de España. Pero hubo un antes y un después, de la misma forma que hubo un origen y habrá un futuro. Los hispanos existían desde que la Península fue romanizada. La existencia de pueblos íberos y celtas es, incluso, una base para justificar la aproximación de la España moderna a Europa en donde también existían troncos étnicos similares. Pero Falange siempre ha eludido el planteamiento desde el punto de vista étnico. Y la perspectiva religiosa tiene un alcance limitado, especialmente en nuestros días en los que la crisis de la Iglesia y lo dudoso de la trayectoria que pueda seguir el sucesor de Wojtyla aconsejan, como mínimo ignorar cualquier referencia al catolicismo.

El problema era que las posturas fundacionales eran bastante confusas al respecto. Ya hemos recordado que Ramiro era ateo y José Antonio católico. El problema fue que los herederos de Falange debieron de optar por una línea o por otra. El FES, en el que reconocemos el intento más esforzado por perseguir la «pureza joseantoniana», el planteamiento sobre la cuestión religiosa en los años 60 era original. Citamos un fragmento de «Hacia una historia del FES»: «Precisamente esa cosmovisión le llevó a entender la política como algo completo, total. Es decir, se preparaba a la formación de una milicia que asumiera voluntariamente valores religiosos, semejante a una orden militar, y que sería el “ejército” encargado de hacer realidad los postulados falangistas. Esa vena de sentimiento religioso, donde se entendía que el sacrificio era camino de perfección contaba con la aceptación sin reservas de los dogmas católicos, no ya por tradición histórica inherente a los nacionalismos, sino por acto de aceptación voluntaria de lo que se entendía verdadero. De los textos de Primo de Primo de Rivera se desprende más una llamada al ejercicio personal del compromiso que a la simple participación política».

Y más adelante se amplían estos datos: «Sin ambigüedad alguna se llegaban a declarar “católicos, apostólicos y romanos sin ninguna reserva mental”. Desarraigar la espiritualidad falangista de los dogmas católicos podía conducir a una pseudorreligión” que, si en principio pasara por buena, no tardaría en producir hedor y pestilencia”. Se rechazaban posibles posturas de confusión mantenidas por sectores falangistas en la época republicana, en guerra y después de ella. Se trataba, evidentemente, de una decisión individual y voluntaria la aceptación o no de la doctrina católica para los falangistas. Había habido ejemplos de personajes agnósticos como Ledesma Ramos o Manuel Mateo, e incluso hay recogido algún caso aislado de repudio religioso lo que no deja de ser anecdótico.

De las tendencias menos religiosas de la Falange, y por lo que interesa a este estudio, estaba la de Ledesma Ramos, quien con su agnosticismo, llegó a contagiar a sectores falangistas muy posteriores, que veían la mordiente revolucionaria en el fundador de las JONS e intentaban identificar su “radicalismo revolucionario” con posturas poco religiosas. Conocidos como “ramiristas” estos sectores del falangismo contaron con la oposición radical del FES, quien a su vez recibía de ellos los improperios de “parecer más el Opus que de la Falange”, la calificación de “meapilas” o el tachar a alguna de sus publicaciones de “hoja parroquial”. El FES reivindicaba la conversión religiosa de última hora de Ledesma y tildaba de inconsistencia y no falangista la postura de estos “feroces guevolucionarios”, quienes fundamentalmente hacían gala de una de las constantes asignadas al fascismo: la del radicalismo verbal, y no resultaban novedosos pues a lo largo de la historia de la Falange ya habían surgido núcleos que se adscribían a Ledesma Ramos como el “auténtico revolucionario” de la ideología falangista. Los textos y la biografía de Ledesma se hacían con ópticas distintas según los intérpretes. Y aunque su figura fuera en ocasiones reivindicada por el FES, quedaba bastante apartado de su devocionario».

El asunto de las relaciones entre la Iglesia y el Estado lo tomaba el FES partiendo de su esquema ideológico, plena y exclusivamente joseantoniano, esto es, aceptando el magisterio de la Iglesia y teniendo por válido el planteamiento que se realizó durante la época republicana y que significaba la no interferencia en asuntos políticos concretos por parte de la Iglesia y de sus formaciones y, en contrapartida, la no intervención del Estado en asuntos propios de la vida de la Iglesia.

La norma programática 25 de Falange Española planteó problemas de conciencia para algunos militantes falangistas que aprovecharon la ocasión (caso del Marqués de la Eliseda) para abandonar la asociación política escudándose en el mencionado principio. El estudio pormenorizado de lo que significaba tal norma ha sido estudiado por Cecilio de Miguel en su libro «El pensamiento religioso de José Antonio» concluyendo ser admisible para la Iglesia el sentido de separación allí expresado. Pero ni siquiera en este punto ha existido unanimidad.

La postura de la Falange hacia la Iglesia había sido de sumisión en el terreno ideológico-moral y de separación de funciones en el político. Ya durante la guerra civil española y en los primeros años de la conflagración mundial se asistió a una lucha entre los sectores más totalitarios del partido y la jerarquía de la Iglesia católica, que acabó con el sometimiento de la Falange a las imposiciones eclesiales. Desde los primeros tiempos, las organizaciones del régimen consideradas más falangistas contaron con el claro influjo de la Iglesia católica

en sus presupuestos ideológicos y también con la participación de religiosos en sus quehaceres. En las formaciones juveniles y en los sindicatos existían asesores religiosos; la moral católica era asumida y estudiada en las parcelas más azules del régimen.

Todo ello no fue obstáculo para la antipatía hacia la Falange de prelados como Segura o Pla y Deniel y el apoyo de otros como Eijo y Garay. En las filas de la organización más falangista del Régimen, el Frente de Juventudes, se vivía un clima religioso aunque en modo alguno clerical, y las inclinaciones políticas más vaticanistas no eran precisamente juzgadas con benevolencia. Asimismo hubo motivo de discordia en la competencia que en el terreno juvenil planteaban organizaciones religiosas y que representaban el único contrapunto al monopolio de organización de jóvenes que suponía el Frente de Juventudes».

Para el FES resultaba de una claridad meridiana, como ya ha quedado expresado, que los fundamentos del pensamiento falangista pertenecían a la filosofía católica y que la revolución que habría que hacer en España sólo era posible con la aceptación de sus presupuestos espirituales. El pensamiento de José Antonio y el magisterio de la Iglesia eran, según decía el FES, las fuentes que utilizaba para fijar su postura. Se pedía, en consecuencia, la independencia de ambos estamentos vía complementariedad. La Iglesia no debía intervenir en asuntos políticos concretos de forma partidista, sus organizaciones laicas como la A.C., si adoptaban esa forma de participación quedaban expuestas a la “respuesta contundente” tal y como anunciaba el FES en sus publicaciones. El Estado tampoco debía inmiscuirse en cuestiones internas de la propia Iglesia como ocurría con el histórico Derecho de Presentación, que el régimen se obcecaba en mantener».

Es interesante constatar que el FES de los años 60 y principios de los 70, reconocía la “relajación del clero” (cuando en realidad habría que haber aludido a los primeros síntomas de crisis de la Iglesia). En el citado libro se escribe: “En consecuencia, para luchar contra la relajación del clero, se veía positiva la supresión de privilegios como exenciones fiscales o jurisdicción particular. Los bienes disponibles por parte de la Iglesia seguirían perteneciendo a ella condicionados al cumplimiento de una función social, en caso contrario habría que acudir a la incautación. El Estado debería controlar esos bienes para impedir su libre enajenación y, adelantándose en el tiempo, se pedía que la jerarquía eclesiástica decidiera, con el control estatal, si deseaba que el clero viviera de la caridad pública o impusiera el Estado a los ciudadanos católicos el pago de un impuesto. Se acoplaba el FES en lo referido a la doctrina a los cauces más tradicionales de la Iglesia católica, mientras que en el aspecto relativo al poder social que la Iglesia podía tener apuntaba soluciones mucho más progresistas».

Y, sobre el Opus Dei «Hacia una historia del FES» explica: «De entre las formaciones integrantes de la Iglesia católica por el papel que desde finales de los 50 representaron en la sociedad española y por las controversias habidas con la Falange hay que prestar atención preferente al Opus Dei. El enfrentamiento de falangistas con el Opus Dei era un viejo asunto que se ponía más de manifiesto ahora, cuando hombres vinculados a la Obra ocupaban puestos en el gobierno. No resulta extraño que hable Hermet de multiplicidad de grupos de “falangistas de izquierdas” cuando el ascenso de los opusdeístas. Pero tal planteamiento al FES le resultaba inválido y efectivamente lo era. La crítica contra el Opus Dei no se hacía por competencia de ocupar puestos en la Administración (a los que nunca optó el FES, ni por defender el sillón de francofalangistas a los que se criticó suficientemente su gestión ministerial) sino por entender, con evidente error de apreciación, que esa organización religiosa había fracasado.

Así, no resulta acertada la consideración de Ernest Milá acerca de que “El FES fue el enemigo jurado del Opus Dei al que vio siempre como la vanguardia confesional del capitalismo y como la bestia negra de la Falange...” porque si hay mucho de cierto en cuanto a lo primero, para el FES quedaba claro que la lucha por el control de los resortes del poder se hacía entre miembros del Opus y francofalangistas a los que el grupo falangista criticaba y despreciaba como elementos falsificadores de la verdadera Falange (se nos permite aprovechar para seguir sosteniendo la postura que sosteníamos cuando escribimos aquellas líneas, diremos que el autor de «Hacia una historia del FES» se muestra excesivamente puntillista y no terminamos de entender qué intenta decirnos, cuando dábamos por supuesto que los miembros del FES hacían una distinción entre ellos y los francofalangistas, pero no por ello ignoraban que el Opus Dei se estaba haciendo con el control del Estado franquista. Podemos añadir ahora que la crítica que puede hacerse a los miembros del FES de la época es no haber tenido claro que el régimen no era algo homogéneo sino que existían facciones, algunas de las cuales pertenecían al mismo tronco que el propio FES y otro no. Se podía hablar –y de hecho se habló con los primeros– pero era imposible encontrar territorios comunes con el Opus.

La crítica que se realizaba entraba más en las consideraciones éticas que políticas, eso al menos se desprende de los razonamientos hechos en las publicaciones del grupo falangista sobre el tema. Resulta curioso, por otra parte, que en las filas del grupo falangista se estableciera como libro de cabecera «Etica y estilo falangistas» un texto al que casi todos ven en su forma y por su función con claros influjos del «Camino» de Monseñor Escrivá de Balaguer.

«Concluyendo podríamos decir que el molde elegido era puramente joseantoniano, que al analizar cualquier situación se requería del pensamiento de Primo de Rivera y sobre todo que se buscaba el «estilo» del falangista, desvirtuado durante el paso de los años por las traiciones y por el sentimiento acomodaticio que había acompañado el transcurrir falangista. Aquello semejaba más el intento de una orden religiosa que un partido político. Curiosamente relanzaban y vivían el catolicismo inherente a su doctrina, lo que podía resultar chocante con otras actitudes presentes en la historia de la Falange. El idealismo del grupo, en el que predominaban los jóvenes, les hacía vivir la política como una obligación de servicio hacia la construcción de una sociedad nueva, entendiendo ésta con los parámetros propios de la juventud. Sin embargo tales pensamientos tenían fuertes barreras que vencer porque la juventud de los sesenta y setenta no se encontraba motivada precisamente por las ideas que proclamaba el FES».

El FES fue, de entre todos los grupos falangistas, el único que logró realizar una síntesis entre militancia política y credo religioso. Para el resto de grupos falangistas, de dentro y fuera del movimiento, la religión apenas era otra cosa que una opción personal que tenía poco que ver con la política. Ciertamente, todos aceptaban cierta influencia del catolicismo en Falange,

pero, en general, sin llegar a los extremos de Blas Piñar y Fuerza Nueva para quien todo giraba en torno al hecho religioso. En algunos casos, las referencias al catolicismo eran pura inercia; así por ejemplo, Pedro Conde, líder de la «Autèntica», entrevistado por «Interviú», cuándo le preguntaron en qué se diferenciaba su ideología del marxismo, solo acertó a decir: «En lo espiritual», que era como no decir nada o como el reclamo de una sesión de espiritismo según se mirara. Otros eran ateos. Y progresivamente fue ganando espacio cierto indiferentismo religioso. En la actualidad, en los distintos grupos falangistas se encuentran todas las tonalidades religiosas posibles: desde musulmanes hasta algún que otro budista disperso, desde católicos integristas del «nada sin Dios», hasta ateos matacuras, pasando por indiferentistas, católicos no practicantes, católicos practicantes, católicos medianamente practicantes, etc., etc., etc. En este tema, como en botica, en las fracciones falangistas actuales hay de todo. Y ese «todo» no es más que un reflejo de las distintas corrientes fundacionales.

Si nos hemos extendido en la posición del FES es por que consideramos que aporta más matices que cualquier otra y que podía ser aceptable a mediados de los 60… pero no ahora, cuando la crisis de la Iglesia y el estado de desintegración interior es de tal magnitud que resulta absolutamente imposible hablar de «magisterio», cuando la estructura ritual se encuentra empantada desde hace 30 años, el clero es una especie en vías de extinción y Wojtyla se ha enrocado en unas pocas posiciones intransigentes (rechazo a cualquier forma de aborto y contracepción, negativa del sacerdocio femenino, no al divorcio, etc.) que resultan muy atractivas para los sectores conservadores y les hacen olvidar la destrucción de la liturgia o la cada vez más alarmante falta de vocaciones. La crisis de la Iglesia aparece hoy a muchos ojos como terminal. Hablar sobre la «España Católica» es aludir a la historia; en el presente España es un paraíso laico en el que la relativa hegemonía católica no es más que pura inercia, pero en el que el peso de la Iglesia va desapareciendo progresivamente.

DOCTRINA ECONOMICA

Henos aquí ante uno de los aspectos, posiblemente más interesantes, pero también más controvertidos, de la doctrina nacionalsindicalista. Por que si bien inicialmente quedaba claro que se contestaba en los años 30 a las concepciones socialistas y capitalistas, tampoco estaba muy claro cuáles eran las respuestas en positivo.

Una aproximación a lo que suele ser un programa político fue incluído en el manifiesto titulado «El movimiento JONS quiere», entre cuyos puntos se encuentran las bases de lo que luego será considerada la doctrina económica nacionalsindicalista. Véase:

«(...) 9. -La sindicación obligatoria de todos los productores, como base de las corporaciones hispanas de Trabajo, de eficacia económica y de unanimidad social española que el Estado nacional -sindicalista afirmará como su primer triunfo.

10. -El sometimiento de la riqueza a las conveniencias nacionales, es decir, a la pujanza de España y a la prosperidad del pueblo.

11. -Que las corporaciones económicas y los Sindicatos sean declarados organismos bajo la especial protección del Estado.

12. -Que el Estado garantice a todos los trabajadores españoles su derecho al pan, a la justicia y a la vida digna.

13. -El incremento de la explotación comunal y familiar de la tierra. Lucha contra la propaganda antinacional y anárquica en los campos españoles.

16. -Penas severísimas para aquellos que especulen con la miseria y la ignorancia del pueblo.

Sesenta años después un grupo de epígonos del jonsismo reinterpretaron este manifiesto, sin avisar de que se trataba de una reelaboración y que habían cambiado el orden de los conceptos y los conceptos mismos. Lo que había quedado fue lo siguiente:

- Nacionalización de los transportes, como servicio público notorio.

- Control de las especulaciones financieras de la banca.

- Garantía democrática de la economía popular.

- Regulación del interés o renta que produce el dinero empleado en las explotaciones de utilidad nacional.

- Democratización del crédito, en beneficio de los sindicatos.

- Agrupaciones comunales y de las industrias modestas.

- Abolición del paro forzoso, haciendo del trabajo un derecho de todos los españoles, como garantía contra el hambre y la miseria.

- Igualdad ante el Estado de todos los elementos que intervienen en la producción (capital, trabajo y técnica).

- Justicia rigurosa en los organismos encargados de disciplinar la economía nacional.

- Abolición de los privilegios abusivos e instauración de una jerarquía del Estado que alcance y se nutra de todas las clases españolas.

- Rotunda Unidad de la Patria.

- Imposición a las personas y a los grupos sociales el deber de subordinarse a los fines de la Patria.

- Máximo respeto para la tradición religiosa de nuestra raza.

- Expansión de España y política nacional de prestigio en el extranjero.

- Suplantación del régimen parlamentario por un régimen español de autoridad, que tenga su base en el auxilio moral y material del pueblo.

- Propagar la cultura hispánica entre las masas.

- Sometimiento de la riqueza a las conveniencias nacionales y a la prosperidad del pueblo.

- Extirpación radical de las influencias extranjeras.

Era evidente que se daba la máxima importancia a los conceptos económicos y sociales, frente a los nacionales. Pero también era evidente que se ignoraban las tendencias y enseñanzas derivadas de la aplicación de algunos de estos principios. Hablar en los años 80 de «extirpación radical de influencias extranjeras», parecía, cuanto menos ingenuo en un mundo que cabalgaba aceleradamente hacia la globalización irreversible.

Podríamos ir punto por punto demostrando la inviabilidad de la mayoría de propuestas, pero lo que nos interesa aquí es resaltar la tendencia de algunos falangistas que creían que la  colaboración de Falange con el franquismo les sería perdonada a condición de que colocaran en primer lugar los contenidos económico- sociales de su programa. Craso error por que en esos momentos la izquierda navegaba aceleradamente hacia posturas neoliberales en lo económico. Y, por lo demás, en el citado manifiesto seguían apareciendo referencias que ya entonces estaban fuera de lugar (cuestión religiosa, referencias a la «expansión» de España, «régimen español de autoridad», etc.). Por que Falange lo que a lo largo de toda su trayectoria no ha podido evitar es la búsqueda subjetiva de una vía propia, al margen de que esa vía estuviera o no contestada por toda la sociedad. No está claro que es lo que podría traer de beneficio, por ejemplo, la «nacionalización de la banca y del servicio de crédito», muletilla que aparece en todos los programas de todas las fracciones falangistas. Ni siquiera está claro si eso sería posible. No está claro que las nacionalizaciones y las estatizaciones aporten un beneficio a la economía nacional, más bien todo lo contrario. Pero, sobre todo, lo que no está claro en ninguno de los documentos ideológicos o doctrinales es exactamente cómo se iba a realizar el tránsito de un Estado liberal capitalista a un Estado Nacionalsindicalista. Y cuando alguien ha intentado explicarlo, el salto al vacío aparecía de tal magnitud que lo más razonable era lo aconsejado por la sabiduría popular: «Más vale malo conocido que bueno por conocer».

Pero, lo que es peor, es que durante los sesenta y tantos años de vida de Falange el capitalismo ha cambiado extraordinariamente de rostro. Lejos de humanizarse, se ha mundializado, ha llevado prosperidad a unas zonas, pero ha desertizado otras, ha elevado el nivel de vida de la población, pero también agudizado las desigualdades sociales. Las gigantescas acumulaciones de capitales y su estructura multinacional hacen imposible que en un pequeño país pueda abordarse una serie de aventuras revolucionarias con mínimas garantías de éxito.

En su afán de encontrar los caminos de una «economía social», los falangistas se han dedicado a dar fórmulas inaplicables que, cada vez más, desconsideraban la situación de la economía real y la evolución acelerada del sistema capitalista. Podemos dudar sobre si las soluciones económicas propuestas por el nacionalsindicalismo hubieran sido aplicables y hubiera tenido éxito en su época, pero lo que no podemos dudar es que en la actualidad tales medidas están completamente fuera de lugar y no responden a las necesidades económicas reales. Para colmo, buena parte de las medidas propuestas (sindicación obligatoria, por ejemplo, chocan con los stándares generalmente admitidos en nuestros días y ofrecen la sensación de ser algo «demodé», rancio y fuera de lugar. Por que no basta con desear un mejor régimen de justicia social, hace falta que ese modelo sea aplicable, adaptado a la realidad de cada momento, posibilista y, sobre todo, que no suponga una aventura de problemático desenlace. Pues bien, ninguno de los sectores falangistas ha logrado jamás –ni siquiera la Falange fundacional– disipar la sensación de irrealismo y aventurerismo de sus propuestas políticas.

Cuando en los 27 puntos de Falange del 9º al l6º están agrupados bajo el epígrafe «Economía, trabajo, lucha de clases», su lectura nos confirma en la inadecuación al momento presente de las concepciones económicas nacionalsindicalistas. Concebir a España como un gigantesco sindicato de productores y organizar corporativamente a la sociedad española (punto 9) carece de sentido en un momento en que el peso de la actividad económica se ha desplazado de la producción de bienes y el campo, al sector servicios. El trabajo industrial y el sindicalismo que le era implícito quedan muy lejos. Por lo demás, Falange es presa de la ideología de la época basada en la absolutización del trabajo y en creer que la única actividad digna que puede realizar un ser humano es el trabajo, solo el trabajo y nada más que el trabajo.

Así mismo en el punto de 10 se evidencia, igualmente, la influencia de una época en la que el movimiento obrero estaba controlado por el marxismo. En 1990, la caída del Muro de Berlín, selló la muerte del comunismo. Por lo demás cuando en ese mismo punto, José Antonio escribía: «Repudiamos el sistema capitalista, que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas informes propicias a la miseria y a la desesperación», no preveía que dos décadas después ese capitalismo iba a dar acceso al proletariado español a los bienes de consumo y a la propiedad de la vivienda. El drama no era que el capitalismo depauperara a la clase obrera, sino que había hecho del obrero algo mucho peor: lo ha transformado en un productor alienado y, a la vez, en un consumidor integrado. Algo que José Antonio no previó.

Así mismo, en el punto 11 se evidencia el mito corporativo de la «armonización posible entre trabajo y capital»: «Nuestro régimen hará radicalmente imposible la lucha de clases, por cuanto todos los que cooperan a la producción constituyen en él una totalidad orgánica». Ciertamente, este planteamiento podía ser justo en una sociedad en la que el patrono y el obrero se conocían perfectamente y existía una proximidad entre ambos, pero no, desde luego, en una sociedad en la que los grandes consorcios industriales hacen que el obrero, el cuadro técnico, incluso el director de una empresa conozcan a los propietarios del accionariado. Los fundadores no supieron anticiparse al gigantismo de la economía y a la aparición de una economía financiera y especulativa casi completamente desvinculada de los procesos de producción.

En los puntos 12 y 13, son propuestas para alcanzar un régimen de justicia social, pero el punto 15 alude a algo que ya hoy no puede ser sostenido -a pesar de que lo sostienen todos los partidos y movimientos políticos-. En efecto: «Todos los españoles tienen derecho al trabajo. Las entidades públicas sostendrán necesariamente a quienes se hallen en paro forzoso. Mientras se llega a la nueva estructura total, mantendremos e intensificaremos todas las ventajas proporcionadas al obrero por las vigentes leyes sociales». Un orden de ideas que se amplía en el punto 16: «Todos los españoles no impedidos tienen el deber del trabajo. El Estado nacionalsindicalista no tributará la menor consideración a los que no cumplen función alguna y aspiran a vivir como convidados a costa del esfuerzo de los demás». Todo esto apenas tiene sentido hoy cuando es innegable la aparición de un fenómeno nuevo «La muerte del trabajo».

Puede ser un drama constatarlo, pero es una realidad. El trabajo está muriendo. Ciertamente cada día se crean nuevos puestos de trabajo, pero si observamos las cifras absolutas, en 20 años se ha duplicado la capacidad productiva, pero la ocupación solo ha ascendido un 5%. ¿Qué quiere decir esto? Que cada vez menos personas hacen más trabajo. ¿Por qué? Por la automatización de los procesos. Constatar este hecho es el elemento sociológico de mayor interés en nuestro tiempo.

Llama la atención que, justo en el momento en que el trabajo está agonizando, éste se ha convertido en un mito universal: tanto la derecha, como el centro, como la izquierda veneran el trabajo, considerado como una obligación social. Todos los partidos lanzan medidas para «estimular el trabajo», «cortar el fraude en el desempleo», «reciclar trabajadores», etc. Ninguno explica –acaso por que en su estupidez no lo advierten– que el resultado de la era tecnotrónica es la eliminación progresiva del trabajo físico.

En los campos hace 10 años eran precisos 12 trabajadores para realizar la vendimia de 1 hectárea. Hoy, ese mismo trabajo se realiza mediante una máquina provista de sensores que detectan los racimos y otra persona que, a pie, examina si ha quedado algún racimo no detectado. En la construcción hace 20 años ladrillo a ladrillo se construía una cosa; hoy se tiende a las estructuras prefabricadas. Incluso en los autobuses hasta no hace mucho había un conductor y un cobrador y dentro de poco solamente habrá un programa que llevará a los pasajeros al destino de la línea guiado por balizas. El trabajo agoniza. Pero nunca como ahora se ha rendido tal culto al trabajo. El culto al trabajo pertenece a la mitología moderna. Es universal: pero es un mito.

Diariamente legiones de desempleados viven un drama que todavía parecen no haber entendido: están dispuestos a vender una fuerza trabajo… que nadie está interesado en comprar. Esas personas van a engrosar las filas del desempleo y la asistencia social o aceptan realizar trabajos mal remunerados, que no precisan cualificación profesional y para los cuales deben competir con otros miles de trabajadores. El resultado es un descenso del precio de la fuerza del trabajo y la proliferación de trabajos-basura que se remuneran con salarios-basura que apenas permiten una mínima subsistencia.

En los últimos 20 años hemos asistido a una mutación imperceptible pero continua. Paralelamente a la muerte del trabajo, está en trance de morir también la economía de producción que se convierte progresivamente en economía de especulación. En las bolsas, la locura inversionista no tiene nada que ver con la economía productiva. Antes, los inversores invertían en tal o cual empresa por que creían en las posibilidades productivas de esa empresa que se reflejarían a la hora de repartir dividendos. Ahora todo esto ha cambiado: se invierte en bolsa solo durante unas horas, luego el dinero, al registrar una leve subida, se retira y la diferencia entre el valor en el momento de la inversión y el registrado dos horas después, ya constituye un beneficio notable. Luego el dinero migra a otras empresas, en otras fronteras, en otras bolsas… No existe ninguna relación entre la economía productiva y la especulación financiera. Estas prácticas especulativas no hacen sino acelerar la muerte del trabajo.

En primer lugar hay que considerar a la muerte del trabajo como algo irreversible: los procesos de automatización irán avanzando y empequeñecerán progresivamente el mercado del trabajo. Este proceso no es bueno, ni malo: es bueno si se reconoce en su verdadero rostro y se actúa en consecuencia. Es malo, en la medida en que los partidos políticos mienten y se niegan a decir a la población la realidad de la muerte del trabajo. Imaginemos una sociedad en la que el trabajo no sea el gran valor universal. Hay otras actividades humanas, que no rinden beneficios económicos, pero que son indispensables para el equilibrio psicológico de la vida humana: el ocio, el estudio, la investigación, el ejercicio de la paternidad, todas estas actividades pueden disponer de un tiempo liberado en una sociedad en la que el trabajo haya muerto.

Por que resulta evidente que en estas circunstancias hay que reducir las jornadas laborales (trabajar menos para trabajar todos) y aumentar las ayudas sociales del Estado. ¿Es posible un programa basado en estos dos puntos? Es cada vez más posible. Basta con reconocer los hechos, estimular los canales educativos de la población y realizar una mejor distribución de los ingresos del Estado que debe aumentar sus ingresos castigando impositivamente a la economía especulativa. Reconocer que le trabajo está muriendo es reconocer también que hay que desterrar de los programas de los partidos políticos de nuevo estilo, cualquier referencia al culto al trabajo, es preciso ser realistas: el trabajo es una actividad como otra cualquiera. Ciertamente desde el nazismo cualquier partido político ha promovido un «culto al trabajo». Y esto ha generado una distorsión de la realidad: por que el trabajo no es la única tarea que puede realizar el ser humano.

Afortunadamente la vida humana es extremadamente rica en matices. A parte del trabajo existen muchas formas de actividad: la creación artística, el ocio, la investigación, el aprendizaje, el estudio, cuya naturaleza es muy distinta de la del trabajo y que, habitualmente, es generada por intereses no económicos. La muerte del trabajo es una de esas formas que adquiere la norma aconsejada por Julius Evola de «cabalgar el tigre»: por que si bien la muerte del trabajo es una tragedia, lo es, sobre todo, para la sociedad burguesa surgida de la Ilustración y de la práctica político-económica del siglo XIX, pero para aquellos que queremos un mundo nuevo y original en el que la posibilidad de no morirse de hambre no se dé necesariamente a

cambio de la de morirse de aburrimiento. En 1965 Herbert Marcuse estableció que la diferencia entre nuestra época y las anteriores, consistía en que ahora era posible la realización práctica de los ideales utópicos dado el crecimiento de las fuerzas productivas. Marcuse se adelantó casi 40 años a su tiempo: para que la utopía fuera posible era preciso una mayor automatización de los procesos productivos… y una decidida voluntad de contener el crecimiento de la economía especulativa. Eso no ocurría en 1965, pero si ocurre hoy.

La utopía es posible, pero a condición de adoptar unas medidas drásticas: en primer lugar es necesario, cortar radicalmente el flujo de inmigrantes a la UE, luego invertir la tendencia y proceder a la repatriación progresiva de los inmigrantes. La consigna en este terreno es: «Españoles primero». Así se pone coto al crecimiento de población que pretende vender su fuerza de trabajo y, en consecuencia, el valor del mundo aumenta. La segunda medida es la reducción drástica de los horarios de trabajo. Hoy es posible descender esos salarios a menos de las 35 horas semanales. Por lo demás, las reducciones de horarios deben ir acompañadas por medidas sociales: subvención al trabajo en el hogar, protección a la familia, etc. Así mismo las coberturas por desempleo, lejos de disminuir como ha ocurrido hasta ahora, deben aumentar. Y todo esto que implica un fuerte aumento del gasto público, se obtiene mediante una mayor distribución de la renta del Estado.

Finalmente la utopía es posible a condición de poner coto a la economía especulativa. La tasa Tobin parece una medida oportuna, pero no la única. Es preciso gravar impositivamente las grandes acumulación de capital. Es imposible abolir el capital, pero si es posible orientar al capital hacia la inversión en lugar de hacia la especulación. Las rentas no procedentes de la especulación deben restringirse al máximo. Hoy, la utopía es posible, pero la utopía ya no está en la nueva izquierda sino que pasa por quien tenga el valor de denunciar el principal hecho de nuestro tiempo: la muerte del trabajo.

SINDICALISMO

Hay que recordar que la doctrina de la Falange es el «nacionalsindicalismo». Menudo drama el de una organización en la que el «sindicalismo» es el eje doctrinal… pero que es inexistente en el mundo sindical. Sobre este tema hemos oído verdaderas barbaridades. Todavía no hemos podido olvidar como en el Congreso Nacional Falangista en la ponencia de organización se sostenía la absurda y peripatética idea de que ¡el partido debía de ser la «correa de transmisión del sindicato » y no a la inversa tal como era habitual!. Esta forma de hacer «obrerismo» no supuso en modo alguno un avance de las fracciones falangistas de la época en el mundo del trabajo, pero si sumió a la organización en un caos en cuanto a «modelo de partido». Por que, incluso en 1976, ya no existía nada que pudiera llamarse «sindicato falangista», fuera, claro está de los «Sindicatos Verticales» iniciales y de la «Organización Sindical» posterior, estructuras ambas del régimen franquista.

Ni las Centrales Obreras Nacional Sindicalistas (de las que existieron varias versiones a partir de 1975), si la Unión Nacional de Trabajadores (ligado a la tendencia «histórica» de Fernández Cuesta entre 1977 y 1980) lograron tener relevancia alguna, como tampoco la Acción Nacional Sindicalista de Trabajadores (dirigida por Antonio Asiego Verdugo, primero hedillista, luego fuerzanuevista, más tarde expulsado y en guerrilla y finalmente en el entorno de Ruiz Mateos –quien tardará en olvidarlo– y, finalmente creador de un Partido Nacionalista Español en pleno 2002), lograrán que sus «sindicatos» superen la etapa subgrupuscular. En la transición no existieron sindicatos falangistas dignos de tal nombre. Antes, en los años 60, hubieron conatos y momentos en los que, efectivamente, existió cierta presencia azul en los movimientos de oposición al sindicalismo franquista. En estas iniciativas Ceferino Maestu siempre tuvo un especial relieve. Entre los primeros núcleos de Comisiones Obreras, se suele contar, que existieron algunos falangistas. Maestu creó la Unión de Trabajadores Sindicalistas en 1963 como resultado de la reflexión que realizó en el opúsculo «La Falange y los Sindicatos Obreros». Las ideas básicas eran dos: repasar las vinculaciones de la Falange histórica con el sindicalismo (haciendo especial énfasis en las iniciativas jonsistas) y utilizar estos argumentos para reivindicar un lugar en el movimiento obrero. Maestu, por supuesto, no establecía ningún vínculo entre la Falange y el régimen de Franco. Criticaba la realidad obrera de la época con más de medio millón de parados y dos millones de emigrantes. Pero eludía lo esencial: que ya en aquel momento no existían grandes núcleos obreros falangistas, e incluso que, más bien, en los círculos de la Guardia de Franco lo que existían eran núcleos obreros favorables y  olaboradores con el régimen. La que ya en la época los falangistas olvidaban era que no bastaba con querer defender los intereses de los trabajadores, había que tener presencia militante entre las clases trabajadoras. El drama consistía en que esa presencia era mínima y, por una extraña contradicción, contra más pequeños han sido los núcleos falangistas siempre han tenido más tendencia a acentuar sus tendencias «obreristas» y «sindicalistas».

Maestu fundó la revista «Sindicalismo» que con sucesivas «épocas» siguió existiendo hasta bien entrada la transición. El primer número apareció en el año 64 y, cuentas las crónicas que se agotó con facilidad. De esa primera época solo pudieron publicarse cinco números. Ese mismo año Marcelino Camacho y Julián Ariza, ya militantes comunistas, frecuentaban el Círculo Manuel Mateo, en donde se encontraban con Narciso Perales, Maestu y otros disidentes falangistas. Se había producido la huelga de los mineros de La Camocha y los núcleos comunistas estaban impulsando una incipiente red que en pocos meses se transformaría en Comisiones Obreras. La esperanza de los falangistas era poder dar a este nuevo movimiento un cariz nacional-sindicalista. Pero los desacuerdos eran muchos. Camacho y Ariza que se presentaban como «socialdemócratas », ya estaban militando en el Partido Comunista.

Fue en esa época cuando Maestu se alejó del ambiente falangista. Siguió existiendo una intención de crear un movimiento falangita de oposición sindical en la iniciativa de Perales de constituir un Frente Nacional de los Trabajadores. Llama la atención que, mientras la estrategia comunista consistía en ganar peldaños en la Organización Sindical, el FNT descartó cualquier contacto con el sindicalismo del régimen. Tal era la diferencia entre el pragmatismo y el fundamentalismo. Y tal fue, sin duda, el motivo por el que los resultados fueron diferentes: mientras FNT desapareció pronto, CC.OO. goza hoy de buena salud.

En 1964 FNT hacía del desmantelamiento del capitalismo la piedra angular de su estrategia sindical. Era la época del 600 y de las hipotecas y pocos estaban dispuestos a oír mensajes tan radicales. Y, por lo demás, lo que FNT pretendía tampoco estaba tan alejado de la Organización Sindical. Buscaban un «sindicato único, representativo y obligatorio». Esto se completaba con la muletilla sobre la «nacionalización de la banca » y esa otra de «la tierra para el que la trabaja». Había mucho de utopía y quizás mucho más de demagogia no percibido por sus difusores. En 1966, la FNT pasó a llamarse Frente Sindicalista Revolucionario y a ostentar como símbolo la espiral dextrógira. Eran los tiempos en los que el FES y el FSR mantenían estrechos vínculos. Pero, por las razones que fueran –y hay versiones para todos los gustos– en 1967, se había producido una crisis que llevó al alejamiento de Perales y a una progresiva autonomía de FSR en relación al FES y a la progresiva erradicación de la presencia falangista en el mundo obrero. Por que el FSR en 1967-68, oficialmente, ya había abandonado cualquier referencia falangista. Los intentos de reconstruir sindicatos falangistas en la transición se saldaron con fracasos. Siempre el verbalismo revolucionario anticapitalista fue parejo a la infecundidad de las iniciativas: la «Auténtica» tuvo sus sindicato, las JONS reconstituidas en 1975 tuvieron el suyo, FE-JONS de Raimundo tuvo el suyo, incluso Fuerza Nueva lo tuvo… pero, en suma, todo esto fue poco, apenas nada.

Esto no hubiera sido muy grave de no ser por que dos factores. En primer lugar por que la vertiente más «social» de las distintas fracciones falangistas intentaba siempre aludir al «sindicalismo» sin darse cuenta de que esas ideas caían en saco roto y no estaban destinadas a ser recogidas por ningún sector social en concreto; y en segundo lugar por que el mensaje de un partido que se decía «nacionalsindicalista» y carecía de implantación en el mundo sindical era, prácticamente, un chiste.

Aún hoy, los núcleos falangistas más obtusos, recomiendan a sus afiliados que se afilien a estructuras sindicales inexistentes más allá del papel con la contrapartida de que, al hacerlo, carecen por completo de «protección» sindical.

En fin, este terreno –extremadamente pedestre, por lo demás– no debería aparecer en este capítulo de no ser por la componente «sindicalista» del falangismo que está incorporada a su médula ideológica. Ya hemos recordado que Ramiro dio un giro «sindicalista» a su movimiento en la medida en que pensaba que era posible «nacionalizar a la clase obrera» y esta se encontraba, mayoritaria-mente encuadrada dentro del sindicalismo anarquista. La forma ideológica del falangismo se llamó nacionalsindi-calismo solamente por que el anarcosindicalismo era una fuerza que se juzgaba que podía ser «nacionalizada». Nuevamente el error acompañó el análisis. Por que lo que era cierto en 1933, dejo de serlo en la postguerra. El sindicalismo anarquista desapareció en los años 50, no estaba adaptado a las exigencias de la lucha clandestina, ni pudo superar en su revival de 1976, las infiltraciones policiales, la confusión interior y el crecimiento desorganizado. Murió víctima de todo ello si bien todavía existe hoy una CNT que rivaliza en indigencia sindical con los distintos núcleos falangistas. Y al observar a las distintas fracciones falangistas, cada vez más se experimenta una irreprimible tristeza al constatar que incluso el enfoque ideológico –el «sindicalismo»– está periclitado y que lo más increíble de este sector sea su obcecación en seguir siendo considerado «nacionalsindicalista» cuando carece casi completamente de base obrera. Llueve sobre mojado, por que ya en los años 60 ¿qué credibilidad podían tener unos núcleos sindicales falangistas que afirmaban defender el «sindicalismo obligatorio y único»… cuando ese sindicalismo era precisamente el oficialista. Claro que uno hablaba de destruir al capitalismo y el otro no. No habían advertido que la clase obrera europea y la española en particular, cada vez estaban menos interesada en desmontar al capitalismo.

FORMA DE ESTADO

El mismo drama que tenía lugar en el mundo sindical se producía en cuando a la concepción del Estado. La democracia orgánica de Franco había llevado a la práctica un amago de Estado Nacionalsindicalista. Explicar que el Estado franquista no era el falangista, explicando a continuación que Falange quería organizar la sociedad en base a las «agrupaciones naturales, familia, municipio y sindicato», era situar a la población ante una confusión, porque eso mismo era lo que había hecho Franco. Si, claro, estaba la cuestión del capitalismo y todo lo demás, pero, insistimos ¿a quién le interesaba? En el fondo toda la teoría sobre la revolución nacionalsindicalista era un buñuelo de viento, una discusión situada entre el nunca jamás y la nada por que no existía ninguna posibilidad de que Falange liderase tal proceso si es que alguna vez se producía. Las distintas fracciones falangistas no entendían que era peligroso tomar los deseos por realidades. En sus arrebatos sociales, todas las fracciones falangistas estaban de acuerdo en la necesidad de una perspectiva social y en definir un nuevo modelo de Estado. Y sobre este segundo punto, el que proponían se parecía demasiado al que proponía Franco. Si a esto añadimos que la TV terminaba por la noche con el Cara al Sol y el retrato de José Antonio, se verá que difícilmente tal intento de diferenciación entre franquismo y falange podía ser creíble. Pero, en el fondo, ¿qué se pretendía?. Ramiro Ledesma en el Manifiesto de la Conquista del Estado, un texto prefalangista, explica el concepto de Estado: “SUPREMACÍA DEL ESTADO.—El nuevo Estado será constructivo, creador. Suplantará a los individuos y a los grupos, y la soberanía última residirá en él, y sólo en él. El único intérprete de cuanto hay de esencias universales en un pueblo es el Estado, y dentro de éste logran aquéllas plenitud. Corresponde al Estado, asimismo, la realización de todos los valores de índole política, cultural y económica que dentro de este pueblo haya. Defendemos, por tanto, un panestatismo,

un Estado que consiga todas las eficacias. La forma del nuevo Estado ha de nacer de él y ser un producto suyo. Cuando de un modo serio y central intentamos una honda subversión de los contenidos políticos y sociales de nuestro pueblo, las cuestiones que aludan a meras formas no tienen rango suficiente para interesarnos. Al hablar de supremacía del Estado se quiere decir que el Estado es el máximo valor político, y que el mayor crimen contra la civilidad será el de ponerse frente al nuevo Estado. Pues la civilidad -la convivencia civi- les algo que el Estado, y sólo él, hace posible. ¡¡Nada, pues, sobre el Estado!!»

En este terreno se permanece pues en plena ortodoxia fascista, sin más matices. En los años siguientes no se producirían cambios excesivos en la doctrina del Estado. Así por ejemplo el 1 de junio de 1934 (cuando el partido aún no había cumplido un año de vida, José Antonio Primo de Rivera y Pedro Sainz Rodríguez, un hombre de la derecha acordaron los siguientes puntos en relación a la forma de Estado: «(…) 3º. El Estado español no estará subordinado a ninguna exigencia de clase. Las aspiraciones de clase serán amparadas condicionándolas al interés total de la nación. (…) 5º.- La condición política del individuo se justifica solamente cuando cumple una función dentro de la vida nacional. Por tanto, se proscribe el sufragio inorgánico y la necesidad de los partidos políticos como instrumentos de intervención en la vida pública. 6º. La representación popular se establecerá sobre la base de los municipios y de las  corporaciones. (…) 8º. Ante la realidad histórica de que el régimen religioso y el sentido de la catolicidad son elementos sustantivos de la formación de la nacionalidad española, el Estado incorpora a sus filas el amparo a la religión católica, mediante pactos previamente concordados con la iglesia. 9º. Será fin primordial del Estado recobrar para España el sentido universal de su cultura y de su historia. 10º. La violencia es lícita al servicio de la razón y de la justicia».

Como puede verse se permanecía en las mismas coordenadas. Lo interesante de este documento es, el acuerdo en sí (con un conspicuo representante de la derecha) que parecía desdecir el «ni derechas ni izquierdas» y el contenido en la medida en que se definía un modelo de Estado típicamente fascista, con la coletilla católica por añadidura. En un texto más tardío, las posiciones seguían sin cambiar. Se hacía, como en este artículo extraído de la edición de «Arriba » correspondiente al 04.04.35, énfasis en los sindicatos y en la cuestión social, pero en un lenguaje que indicaba poca comprensión sobre la realidad de los sindicatos obreros de la época: «Los sindicatos son cofradías profesionales, hermandades de trabajadores, pero a la vez órganos verticales en la integridad del Estado. Y al cumplir el humilde quehacer cotidiano y particular se tiene la seguridad de que se es órgano vivo e imprescindible en el cuerpo de la Patria. Se descarga así el Estado de mil menesteres que ahora innecesariamente desempeñan. Sólo se reserva los de su misión ante el mundo, ante la Historia. Ya el Estado, síntesis de tantas actividades fecundas, cuida de su destino universal. Y como el jefe es el que tiene encomendada la tarea más alta, es él el que más sirve. Coordinador de los múltiples destinos particulares, rector del rumbo de la gran nave de la Patria, es el primer servidor; es como quien encarna la más alta magistratura de la tierra, “siervo de los siervos de Dios».

En el documento «Puntos Iniciales», publicado a poco de la fundación del Partido, y que, en el fondo constituían su justificación y su razón de ser, se percibe esa misma componente clásica del fascismo. Véase sino:

«V. SUPRESIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS.- Para que el Estado no pueda nunca ser de un partido hay que acabar con los partidos políticos. Los partidos políticos se producen como resultado de una organización política falsa: el régimen parlamentario. En el Parlamento, unos cuantos señores dicen representar a quienes los eligen. Pero la mayor parte de los electores no tienen nada común con los elegidos: ni son de las mismas familias, ni de los mismos municipios, ni del mismo gremio. Unos pedacitos de papel depositados cada dos o tres años en unas urnas son la única razón entre el pueblo y los que dicen representarle. ¿Para qué necesitan los pueblos de esos intermediarios  políticos? ¿Por qué cada hombre, para intervenir en la vida de su nación, ha de afiliarse a un partido político o votar las candidaturas de un partido político? Todos nacemos en UNA FAMILIA. Todos vivimos en un MUNICIPIO. Todos trabajamos en un OFICIO o PROFESION. Pero nadie nace ni vive, naturalmente, en un partido político. El partido político es una cosa ARTIFICIAL que nos une a gentes de otros municipios y de otros oficios con los que no tenemos nada de común, y nos separa de nuestros convecinos y de nuestros compañeros de trabajo, que es con quienes de veras convivimos. Un Estado verdadero, como el que quiere Falange Española, no estará asentado sobre la falsedad de los partidos políticos ni sobre el Parlamento que ellos engendran. Estará asentado sobre las auténticas realidades vitales: La familia. El Municipio. El gremio o sindicato. Así, el nuevo Estado habrá de reconocer la integridad de la familia, como unidad social; la autonomía del Municipio, como unidad territorial, y el sindicato, el gremio, la corporación, como bases auténticas de la organización total del Estado».

Es innegable que estamos hablando de conceptos que resultan familiares a las distintas variedades de fascismo. Pero no es eso lo que nos interesa recalcar, sino la inadecuación presente de este planteamiento. En un mundo en el que la familia, el municipio y el sindicato ha sido sustituida por la inestabilidad y el divorcio, las bajas tasas de natalidad, las megalópolis y el sindicalismo de gestión, en donde han aparecido nuevas formas de convivencia (el concepto de «redes» que acompaña al nacimiento de la sociedad surgida de las aplicaciones de la microinformática), el mismo proceso de globalización, todo esto junto, ha hecho inviable la organización de un Estado en función de «familia, municipio y sindicato». Y es que el ritmo de vida en 1933 era muy diferente al que tendría lugar 70 años después. El «Estado Nacional Sindicalista» que luego el franquismo remedó en forma de Democracia Orgánica», difícilmente podría aplicarse hoy cuando al democracia liberal y el régimen de partidos se ha convertido en quintaesencia de las libertades públicas. La cuestión es que una forma de Estado en la que los partidos estén presentes (aun cuando no estén omnipresentes), en que el Estado se haya sacudido la tutela de los grupos de presión y en donde el sistema de pesos y contrapesos impida que existan gigantescas acumulaciones de poder, un Estado en el que cada cuatro años convoque elecciones libres en las que todos los ciudadanos puedan expresarse… parece que otorga un razonable nivel de representatividad. Ciertamente, en el marco presente la representatividad puede ser mejorada e incluso introduciendo formas corporativas de participación (especialmente de grandes colectivos: universidad y enseñanza, industria y sindicatos, autonomías y municipios, etc.), pero resulta difícil pensar en el sentido que puede tener una «representación familiar » (máxime cuando tenemos muy próximo el fracaso del franquismo en este terreno) y cómo podría estructurarse en la práctica, dejando aparte que la crisis de la institución familiar está presente en la sociedad y no parece remitir.

Falange ha sido presa del modelo de Estado descrito por José Antonio. En este terreno han existido algunos intentos de afinar algo más. La tendencia sindicalista de Falange dio un giro, definiendo el modelo como «Estado Sindicalista» en el que la columna vertebral representativa serían los sindicatos: era España concebida como «gigantesco sindicato de productores » (con aires expresionistas de «Metrópolis»). Pero los textos clásicos pesaban como una losa sobre los sindicalistas. En la norma programática de Falange se definía al Estado como «instrumento totalitario al servicio de la integridad patria. Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar, municipal y sindical. Nadie participará a través de los partidos políticos. Se abolirá implacablemente el sistema de los partidos políticos con todas sus consecuencias: sufragio inorgánico, representación por bandos en lucha y Parlamentodel tipo conocido».

Lo importante es recalcar que todo este planteamiento tenía lógica en 1933, cuando la variante alemana del fascismo había convulsionado Europa llegando el poder, cuando el fascismo italiano se había anexionado Etiopía y cuando, en mayor o menor  medida, en toda Europa las formaciones fascistas realizaban avances importantes. Hoy, todo esto carece de sentido. El sistema de partidos, con todas sus imperfecciones ofrece un razonable modelo de representatividad que puede ser corregido sin necesidad de aventuras «totalitarias» o «sindicalistas» en las que nadie apuesta. Pero las distintas fracciones falangistas disidentes del franquismo no comprendieron que, en este terreno del Estado, lo que José Antonio había teorizado, Franco –más o menos– lo estaba aplicando. Y en estas circunstancias la salida lógica era aprovechar la estructura franquista para «corregir» el tiro y corregir su vinculación a la forma liberal de economía y producción. En lugar de eso, resultaba mucho más «juvenil» actuar a la contra y considerar a los falangistas que actuaban dentro del régimen como «traidores». A estos, por su parte, les resultaba mucho más fácil aprobar la gestión franquista antes que criticar algunos rasgos visiblemente antifalangistas de su política. Nadie, ni dentro ni fuera del régimen, tomó la situación de hecho creada por Franco como algo a corregir y llevar a posiciones nacionalsindicalistas. Cuando se produjo la transición, los falangistas no entendieron que durante el franquismo ellos no eran el único poder, pero estaban cerca del poder, lo suficientemente cerca como para que una política planificada para corregir los aspectos problemáticos del franquismo pudiera ser abordada. En la transición no advirtieron que ya no eran el poder y que debían competir con otros partidos. Habían bajado un peldaño. La situación era mucho más difícil que mientras existieron funcionarios falangistas en el régimen de Franco. La prueba es que Falange pudo mantenerse 40 años activa bajo el franquismo, pero apenas logró mantener actividad real durante la transición. El no estar en condiciones de diseñar un modelo de Estado diferenciado del franquismo y del totalitarismo fascista de los años 30, selló la incapacidad de las distintas tendencias falangistas para ofrecer propuestas en positivo. Quienes intentaron aventurarse en el modelo de Estado se perdieron en las utopías más ingenuas y descabelladas (especialmente la izquierda falangista que hizo de la candidez y el irrealismo una constante en su actuación).

LAS GRANDES LAGUNAS IDEOLÓGICAS

Desde hace tiempo sostenemos que la ideología nacionalsindicalista es una ideología incompleta que une al deterioro causado por el tiempo, algunos huecos que los fundadores no tuvieron tiempo de rellenar y que sus herederos tampoco estuvieron en condiciones de completar. El resultado ha sido una ideología cuyos partidarios han tenido que recurrir sistemáti-camente a otras fuentes para lograr ampliar su radio de acción. Depende de las afinidades particulares de los herederos que estos complementos se tomaran en una dirección u otra. Así por ejemplo, los falangistas impregnados de un cierto catolicismo progresista y de un humanismo acusado tendieron durante los años 60 y principios de los 70 a impregnarse con las lecturas de Emmanuel Mounier y adoptar posturas personalistas. Esos mismos falangistas, progresivamente más virados a la izquierda, incorporaron a sus concepciones económicas determinados conceptos que Mounier sostenía; especialmente el de «autogestión» que, por lo demás, había alcanzado cierta fama y notoriedad a partir de la contestación estudiantil y la aparición de la nueva izquierda. De hecho, entre 1968 y 1977, la «izquierda falangista» devoró literalmente los textos que aludían a la autogestión y los libros de editorial ZYX, ubicados entre el progresismo católico de izquierda y el anarquismo, fueron consumidos regularmente por los militantes de estos grupos… con lo cual el nivel de confucionismo ideológico no hizo sino aumentar.

Otros grupos experimentaron las carencias de la ideología  falangista de distintas maneras. Cuando se advertía un hueco ideológico se realizaba un razonamiento extremadamente simple: José Antonio era católico; Falange es un partido de inspiración católica; luego hay que buscar respuestas en la doctrina de la Iglesia. También los hubo que identificaban casi por completo Falange con el Franquismo y terminaban incorporando a la ideología falangista los vaivenes ideológicos que se iban generando en la Secretaría General del Movimiento. Y finalmente, una inmensa mayoría de militantes falangistas no experimentaban las carencias ideológicas limitándose a leer y recomendar las «Obras Completas» de José Antonio a modo de «libro sagrado» en cuyo interior se encontraban todas las respuestas y que anualmente era reeditado por la Sección Femenina. Así mismo existían distintas compilaciones de textos que ordenaban los contenidos del «libro» en función de distintos objetivos a demostrar. En este terreno, Agustín del Río Cisneros publicó no menos de media docena de libros de estas características publicados regularmente por la Editora Nacional. Pero todo esto era poco para evitar el desfase creciente entre una historia que iba acelerándose progresivamente y dejaba atrás la actualidad y vigencia del «libro» y las posiciones falangistas en él reflejadas. Cuando estalló la contestación estudiantil y se forjó la ideología contestataria esta brecha se evidenció. No se trataba ya de que Falange no estuviera en condiciones de elaborar una línea estratégica que contemplara a la vez «rigor» (lo que preocupaba mucho a algunos grupos garantes y buscadores impenitentes de la ortodoxia), sino también la «eficacia » (algo que nunca ha parecido importar excesivamente en ninguna de las corrientes falangista que siempre la han subordinado al «rigor doctrinal»). Si había que elegir entre rigor y eficacia, la mayoría de falangistas disidentes del franquismo se decantaban por el rigor en detrimento de la eficacia, mientras que los falangistas adictos a Franco, defendían sus posiciones en función del pragmatismo a pesar de que su rigor ideológico fuera cuestionable.

Pero entre 1967-69 todo cambió. Aparecieron en la universidad especialmente y en la sociedad problemas nuevos ante los cuales los falangistas no tenían respuestas. Eran los años de la liberación sexual, la contestación estudiantil, la minifalda y el pop. Frente a los sofisticados planteamientos de la contestación, Falange apenas pudo oponer un voluntarismo bienintencionado y la doctrina católica. Eso, o bien, sumarse a las novedades y «superar al marxismo por la izquierda», ansia que caracterizó a la izquierda falangista desde su nacimiento a su extinción.

A todo esto Fernández de la Mora decretó la muerte de las ideologías en esos mismos años. El nacionalsindicalismo que no había terminado de explicar si era una ideología (o doctrina) y en ocasiones aludía a sí mismo como «una forma de ser» pero que no terminaba por renunciar a adoptar la forma de ideología, experimentó en su propia piel la inadecuación creciente de su marco doctrinal a la realidad social. Como el marxismo, como el anarquismo, como cualquier forma de conservadurismo.

Por lo demás en Falange se daba un problema añadido: nunca se terminaba de distinguir entre ideología y programa.

La cacareada «nacionalización de la banca» es apenas una solución programática a un ideología de justicia social, sin embargo para los falangistas disidentes era algo fundamental a tenor del énfasis que colocaban en la traición de los colaboracionistas con el Movimiento franquista que no la habían realizado. Por que, en el fondo de la cuestión, lo que estaba presente era el olvido de lo que una ideología es y debe aportar. Recordémoslo:

Una ideología es la suma de distintos factores: una cosmogonía, una interpretación de la historia, una interpretación del ser humano, una interpretación de las relaciones sociales, una interpretación de la realidad. Todo esto, es posible que esté disperso, en parte y de manera muy sucinta en el «libro », pero resulta extremadamente forzado -tal como se hizo en el libro «Falange y Filosofía»- inferir a partir de una frase aislada toda una filiación doctrinal. Por ejemplo, ciertamente, José Antonio explicaba que «el nacimiento del socialismo fue justo»… pero de esta frase no puede deducirse necesariamente que detrás existiera una «concepción de la historia» digna de tal nombre. Ledesma es, desde luego, el gran teórico del nacionalsindicalismo, pero su radicalismo ideológico, su intransigencia, su adhesión a lo que en Italia fue el fascismo de izquierdas que caracterizó el inicio y el fin del ciclo mussoliniano o la izquierda nacionalsocialista alemana o las formas más completas de la versión francesa encarnadas por Doriot y el Partido Popular Francés, unido al agnosticismo que jamás ocultó, hacían de Ledesma un autor problemático. De hecho, incluso en los círculos falangistas disidentes, el FES en concreto, se albergaban ciertas reservas en relación a Ledesma. En Ledesma, por lo demás, las componentes fascistas son demasiado evidentes como para que pudieran negarse. Pero si hubo un ideólogo en el nacionalsindicalismo digno de tal nombre ese era Ledesma y si existen libros teóricos sobre el fascismo español, ese es el «Discurso a las Juventudes de España» y las «Disgresiones sobre el Destino de las juventudes». Quizás en el terreno en el que todo estaba más claro es en el de la concepción del mundo como lucha, conquista, destino. La idea de la persona como portadora de valores eternos (a pesar de que se eludía recordar que esos valores o se actualizaban o bien permaneciendo en estado de latencia apenas eran suponían nada). Una concepción ascética de la vida que podía inspirar a una clase política dirigente organizada en forma de orden. Y esto tiene vigor, actualidad y lo tendrá siempre.

Lo importante es recordar la distinción platónica entre el mundo de las ideas y el mundo de lo contingente. Falange no estuvo en condiciones de distinguir entre uno y otro. La libertad, por ejemplo, es la capacidad de dominio del ser humano sobre todo lo que es capaz de someterlo. Desde el miedo hasta el heroísmo, todo puede ser controlado o controlar al ser humano. Un náufrago en una isla desierta, a pesar de no estar sometido a ninguna ley ni estructura coercitiva, puede no ser considerado libre si es sometido a sus pulsiones interiores, sus vicios, su mente, etc. Este es el concepto ideal de libertad; en el momento en que se hace preciso descender del terreno de lo ideal al de lo real y contingente el concepto de libertad se proyecta como la luz en un prisma, dividiéndose en matices. Así pues, en el mundo de lo contingente no existe «la libertad», sino «las libertades». Algunas, como la libertad de pensamiento son positivas y otras como el matar al vecino, son negativas.

Toda sociedad para poder cumplir sus funciones requiere una limitación a las libertades. En Falange jamás se realizó un análisis que distinguiera entre doctrina y aplicación práctica. Todo se encontraba excesivamente esquematizado, próximo, inextricablemente confuso. Era difícil distinguir entre teoría y práctica, entre ideología y programa, entre mundo de las ideas y mundo de lo contingente. Algunos, ciertamente, lo intentaron, pero la mayoría de textos falangistas de ayer y de hoy reflejan esta confusión de manera inevitable.

En noviembre de 2001, «La Falange», uno de los grupos que disputan la hegemonía en el ambiente falangista decidió propulsar un «frente español», que tenía a un grupo valenciano -España 2000- como inspirador. En «La Falange» el tema de la inmigración nunca había interesado, a diferencia de «España 2000» que había hecho del tema una bandera. Esta relación bastó para que en pocas semanas «La Falange» quedara impregnada por una patina antiinmigracionista asumida con rapidez, sin reflexión previa y, por tanto, sin gran eficacia. Bien, pues lo mismo ocurrió en la izquierda falangista a principios de los 70. Bastaba con que un grupo se autotitulara «sindicalista» para que sus escritos fuera tenidos como de aliados seguros, a pesar de que en la mayoría de los casos se trataba de sindicalistas de otras familias políticas muy alejadas de Falange.

Y otro tanto ocurrió con los falangistas que escucharon el verbo cálido de Blas Piñar y que se dejaron seducir por Fuerza Nueva, subordinando su sindicalismo a una vaga aspiración de «justicia social», ampliando la influencia del «patriotismo» y la concepción joseantoniana del ser humano. En todos estos casos, la desfiguración del pensamiento originario se produjo siempre por la debilidad estructural de la doctrina falangista que no podía incorporar ningún elemento procedente de otros ámbitos para completar el suyo propio, bajo riesgo de quedar completamente desfigurada.

Pero las lagunas ideológicas han forzado a lo largo de la historia de Falange una búsqueda obsesiva de la «ortodoxia» en detrimento de la eficacia en unos grupos, mientras que otros han centrado sus obsesiones en la «justicia social» en su intento de diferenciarse de la derecha franquista y los ha habido que han hecho del franquismo una forma de pragmatismo falangista… ninguna de estas corrientes ha demostrado la más mínima eficacia política. Eficacia, rigor y pragmatismo deben caminar juntos, o de lo contrario, aislados, son solo obsesiones.

Por que la doctrina es uno de los elementos a tener en cuenta en la lucha política que conduce por los caminos del éxito, pero no el único. Existen unas necesidades mínimas que deben estar presentes en la lucha política si lo que se pretende es alcanzar unos mínimos de eficacia.

 

 

¿EXISTE ALGUNA POSIBILIDAD POLITICA AL FALANGISMO? ¿EXISTE ALGUNA POSIBILIDAD DE LOGRAR LA UNIDAD FALANGISTA?

¿EXISTE ALGUNA POSIBILIDAD POLITICA AL FALANGISMO? ¿EXISTE ALGUNA POSIBILIDAD DE LOGRAR LA UNIDAD FALANGISTA?
En principio, la respuesta a esta pregunta es clara: NO. No existe ninguna posibilidad de avanzar en ninguna dirección hacia la unidad falangista. Ni una sola, por pequeña que sea… siempre y cuando nos refiramos solamente al plano político-organizativo. En ese campo, las experiencias desde los años del FES han sido elocuentes. Todas las operaciones unitarias, sin excepción, se han saldado con auténticos y rotundos fracasos: por aquí se unen dos y por allá se separan tres. Tal ha sido la crónica de 40 años de falangismo. Así pues hay que reconocer los hechos: no hay posibilidades de ver reunidos a todos los falangistas en una sola organización política. No demos, pues, más vueltas a la cuestión. Ahora bien…

¿ES EL PLANO POLÍTICO EL ÚNICO A CONSIDERAR?

Respuesta: no. Existen el plano cultural, el plano histórico, el plano convivencial. No todo es política. Y si en el plano político el mensaje de falange es tan variopinto como sus múltiples variedades, y difícilmente puede concebirse una organización con tantos matices y sensibilidades diferentes, sobre el plano cultural, en cambio, las diferentes perspectivas desde las que es posible abordar el pensamiento joseantoniano, si tienen mucho que ver con el enriquecimiento de este patrimonio.

Para una organización política no tiene mucho sentido las conmemoraciones de hechos acaecidos hace setenta años. Para un círculo cultural, en cambio, si. Una organización política no puede estar manejando eternamente –mucho menos a la velocidad con la que avanza la historia desde 1945- discursos y escritos redactados hace setenta años y que nadie se ha preocupado de actualidad, ni cuando los intentos de reactualización se han intentado, han podido llegar a buen puerto.

¿A que pueden aspirar los falangistas en 2006? Por una parte, a conocer más y mejor el pensamiento fundacional, a profundizar en la historia de la Falange desde 1933 hasta nuestros días, en extraer conclusiones, en trabajar los temas culturales que manejaban los fundadores y a crear un ambiente común en el que los que comparten este pensamiento se sientan cómodos. ¿Y la política? Es evidente que el pensamiento falangista es un “pensamiento político” y, como tal, es lógico que intente intervenir en el ruedo político… ahora bien, es demasiado evidente que en las tres últimas décadas, el pensamiento falangista ha ido perdiendo vigor y capacidad de penetración en la sociedad. Electoralmente hablando, dan la sensación de vivir una lenta extinción. Una agonía política a la que lo peor que puede ocurrir, es no percibirla, habituarse a ella, no considerarla en su justa medida: como imposibilidad de irrumpir en el plano político, algo que ya han experimentado los miembros del PCE, que a la chita callando han enterrado al partido y, en la práctica, lo han sustituido por Izquierda Unida.

EXISTE ALGUN RESQUICIO PARA ALCANZAR PROTAGONISMO POLITICO

El Punto 27 del programa falangista histórico es claro: “pactaremos muy poco”. La realidad hoy es sensiblemente diferente: “no hay nadie con quien pactar”. Nos explicamos.

Las elecciones catalanas han demostrado que, por primera vez, otros grupos políticos, aparentemente de menor entidad –MSR, por ejemplo- o de la misma entidad –AES- han conseguido presentar listas, mientras que ninguno de los grupos falangistas ha estado en condiciones de hacer otro tanto. Esto es, tan preocupante como significativo de la pérdida global de peso político del ambiente azul.

Si a esto unimos las escisiones sufridas por este ambiente desde hace 10 años, comprendemos mejor que los 1000 militantes que tenía La Falange en tiempos inmediatamente posteriores a su escisión de FE-JONS, se han convertido en menos de la mitad, divididos, además, en tres grupos (MNF, Andrino y Cantalapiedra). Con esa escasez de efectivos, ninguna de las fracciones puede aspirar a un papel dirigente en ninguna fórmula de coalición, sino como máximo al papel de secundario, mero acompañante deslucido para otras formaciones.

Ahora bien, la posibilidad política “máxima” para el movimiento falangista en este momento es constituirse como corriente dentro de un partido mayor capaz de avanzar, no ya a paso de caracol, sino con fuerza suficiente para alcanzar algún éxito. Y en este sentido, dando por sentado que se trataría de un partido de estructura democrático, el peso de esta corriente, sería el que correspondiera al número de militantes capaces de movilizar.

Pero esta sugerencia no puede lanzarse sobre el tepate sin antes expresar una duda razonable: ¿existe cultura política suficiente como para formar parte de un “partido con tendencias”? ¿no iba a producir esta fórmula graves desajustes internos, y esas escisiones angustiosas a las que nos tiene habituados el ambiente azul? ¿qué ocurriría si en un partido de este tipo, la componente azul mantuviera sus emblemas, ritos, usos, costumbres, fraseología y demás? ¿y si este sector, necesariamente limitado en número, no crece y se ve sumergido y anego completamente por otros sectores con menos lastres y más facilidad de crecimiento?

Lamentablemente, no tenemos respuesta a todas estas cuestiones e incluso nos sentimos pesimistas respecto a la posibilidad apuntada, hasta el punto de no verla viable en la práctica. Pero…

AUTONOMIA HISTORICA EN LO POLITICO, MODELO HISTORICO EN LO CULTURAL

En nuestra opinión, la constitución de una tendencia falangista dentro de un partido político patriótico, es problemática, sobre todo, porque, éste partido, necesariamente debería asumir la “autonomía histórica” como valor irrenunciable. No hay modelos históricos que inspiren nuestra acción. Eso, evidentemente, parece poco aceptable para los falangistas. Así pues no hay más remedio que apelar a una dicotomía: en el trabajo en círculos culturales, asociaciones para la memoria histórica, encuentros fraternales, etc., la autonomía histórica, huelga decirlo, no es importante. Lo semejante se reúne con lo semejante para cultivar los valores comunes.

Ahora bien, el falangista, una vez decide militar políticamente, debe comprender que no lo puede hacer con el mismo bagaje. No es que “no proceda”… es que su presencia como tal dentro de un movimiento político más amplio, tiende a generar discusiones tan habituales como inútiles: franquismo, fascismo, sindicalismo, etc, discusiones insoportables que desvían de las discusiones necesarias.

Esto crea una situación hasta cierto punto esquizofrénica, soportable solamente por aquellos falangistas que experimenten la necesidad de realizar un trabajo político fructífero. No desde luego, por aquellos otros que, simplemente, se sienten bien “entre falangistas” y experimentan un subidón al cantar el “Cara al Sol” o pasearse con camisa azul. Si se trata de los primeros, vale la pena decirles que está suficientemente demostrado que el partido falangista que mejores resultados obtuvo en las anteriores elecciones generales, quedó ya relegado a puestos secundarios en relación a DN, cuyos votos fueron pocos, pero algo superiores a los azules, en un momento en el que DN todavía experimentaba una situación cómoda y con cierto crecimiento.

Hasta las elecciones de 2004, el argumento para justificar la subsistencia de los partidos falangistas era “tienen más votos que las construcciones recientes”. Este argumento, a partir de 2004, ya no sirve. Además, desde 2004, los grupos azules han seguido experimentando esa larga agonía que las manifestaciones callejeras de Cantalapiedra, no han llevado sino a la siguiente escisión. Los falangistas deben ser los primeros en reconocerlo: la vía política autónoma ya se ha agotado para el ambiente azul.

En unas elecciones se trata de obtener resultados: no de presentarse… por el mero placer de perder, o para demostrar que se alcanzan unos pocos votos más que las otras fracciones falangistas, dentro de unos porcentajes irrisorios. No, esa vía, camaradas, ha concluido: que lo sepáis apreciar u os engañéis creándoos falsas esperanzas, es harina de otro costal. Movimientos formados hace setenta años, no tienen ninguna posibilidad de ser entendidos en 2006. Y si de lo que se trata es de realizar un maquillaje cosmético, tal como ha intentado FA, el resultado es completamente nulo.

ASI PUES: UNA CONCLUSION

En los próximos meses se aproximan recomposiciones históricas dentro de la extrema-derecha española, a la vista de cómo queden las elecciones municipales. Estas elecciones supondrán la desaparición definitiva de buena parte de los grupos de extrema-derecha. Unos se desharán ante la falta de buenos resultados, otros cesarán actividad por puro cansancio, seguramente algunos lograrán obtener resultados apreciables y será en función de ellos que se recomponga el ambiente. Entre estos, no figurará ningún grupo azul, casi diríamos, lamentablemente. Todo induce a pensar que las candidaturas que se presenten serán pocas y las que puedan obtener más allá del habitual 0’05-0’09% serán muchas menos aún.

Las municipales van a ser la hora del “último esfuerzo” por parte de los falangistas. Si después del previsible fracaso, siguen como si nada hubiera pasado y en las mismas posiciones que hoy, sin entonar el mea culpa o hacer algo tan simple como la autocrítica (no hemos sabido de ninguna autocrítica realizada por falangistas y ya va siendo hora), entonces la situación a plantear es diferente: eso implicaría que en el ambiente azul, no solamente no hay posibilidad de obtener resultados, sino ni siquiera de establecer conclusiones de los fracasos obtenidos. Y esto implicaría que no queda nada con “valor político” en este ambiente. Y si esto es así ¿para qué preocuparse más sobre el ambiente azul, si la inevitable extinción es el único fin al que pueden aspirar…?

Un consejo final: las formaciones azules deberían cesar de realizar actividad política, sondear entre ellas sobre las posibilidades de crear una “fundación” o una red de “círculos culturales” para trabajar los temas comunes, eliminando las rencillas políticas y las rivalidades entre fracciones. Si lo falangista tiene referencias históricas comunes, es a ellas a las que hay que apelar; si la práctica política les ha llevado al polifraccionamiento, es éste campo el que deben evitar. Y mucho más cuando en breve, se producirá una necesaria recomposición de todo el ambiente y, si quedan al margen, jamás volverán a coger el tren político.

Sólo queda realizar una pregunta: ¿qué falangistas van a tener el valor, la fuerza moral y la decisión para asumir la realidad, y plantear la transformación de sus grupos en círculos de estudios? Algún día, alguien tendrá que dar el paso al frente. Y tendrá toda nuestra simpatía y colaboración.

 

 

 

 

 

EL CONGRESO DE LA FALANGE DE ANDRINO. REFLEXIONES SOBRE COMO NO HACER UN CONGRESO

EL CONGRESO DE LA FALANGE DE ANDRINO. REFLEXIONES SOBRE COMO NO HACER UN CONGRESO

 

El pasado 28 de octubre, tuvo lugar el congreso de La Falange (sector Andrino), uno de los cinco o seis en los que se encuentra dividido el movimiento falangista. Dicho congreso, no aportó grandes novedades en ningún terreno y si lo hemos sacado a colación es sencillamente por las enseñanzas negativas que se desprenden de su organización y conclusión. Veamos. No tenemos particular interés en esta fracción falangista, así que nos vamos a limitar a utilizar, como siempre en estos casos, el propio material publicado en la web de este grupo, para desprender una serie de conclusiones.

Un congreso breve y fugaz

Dice el comunicado: “El pasado 28 de octubre de 2006, a las 10:00 h.; de acuerdo con lo emanado en la Junta Política del 14 de enero de 2006, y de la Comisión Gestora resultante, se procedió al inicio del Congreso Nacional de Militantes de FE - LA FALANGE”. Un poco más adelante, nos enteramos que el congreso siguió: “Sobre las 13:00 h.; se procedió al aplazamiento del Congreso, hasta después del almuerzo. Aproximadamente a las 16:30 h. se retoma para elegir a la nueva Jefatura Nacional y a la nueva Junta Nacional de FE - LA FALANGE”…

Hay algo en todo esto que no deja de ser sorprendente. Un congreso que se inicia a las 10:00 horas y termina a eso de las 17:30, con un aplazamiento de 13:00 a 16:30, es decir, de ¡tres horas y media para comer!, es un congreso que apenas dura entre 4 y 5 horas. Si tenemos en cuenta las vicisitudes de este grupo previas al congreso y su ruptura con la fracción de Cantalapiedra, podemos preguntarnos ¿es posible en 4 ó 5 horas aprobar los documentos necesarios para poner en marcha un “partido”. Evidentemente no.

En ese tiempo, lo único que puede hacerse es abrir el congreso, presentar las delegaciones, dar el discurso de apertura y poco más. ¿Y los documentos a debatir y aprobar? ¿y las resoluciones estratégicas? ¿y el informe del secretario general? ¿y la intervención de los delegados? Cero, da la sensación de que todo eso está ausente, entonces ¿para qué convocar un congreso? Veamos.

Congreso monotemático: elegir al “jefe nacional”.

Este congreso, empieza y termina con la elección de Andrino como jefe nacional y de una nueva junta nacional. Eso es poco: en realidad, eso no es nada. Y no es nada, justamente, porque no va acompañada de ponencias políticas, estratégicas, programáticas y ni siquiera por informes de gestión.

Esta es una de las razones de la esterilidad de este tipo de partidos y el motivo por el cual se fraccionan hasta el infinito: siempre tienen una irreprimible tendencia a ponerse en marcha sin antes haber definido objetivos, ideas, estrategias y medios. El resultado es, inevitablemente, el mismo: dado que se eligen personas, cuando en realidad hay que elegir opciones encarnadas en personas. Pero la militancia se adhiere a personas sin importarle las ideas que puedan defender. Luego ocurre que, cuando las ideas no coinciden con lo que la militancia se hace de lo que hay que defender, se produce la enésima rotura interior.

Es curioso que en la web de esta fracción falangista, no se aluda, en momento alguno a los contenidos políticos e ideológicos del congreso. Se dice, por ejemplo: “El mismo [Andrino], dio comienzo con una clara exposición de la situación actual de LA FALANGE, comentado por Santiago Casero. A continuación se procedió a la lectura y posterior votación de las distintas ponencias allí expuestas”… ¿ponencias? ¿cuáles? ¿dónde están? ¿cuáles son? ¿dónde puede accederse a ellas? ¿Es que en ese partido no se enteran de que estamos más interesados todos –y sus militantes deberían ser los primeros interesados- en las ideas que en las personas y que las personas solamente tienen valor según las ideas que defienden? Los dirigentes de esta fracción no parecen opinar lo mismo: las ponencias son secretas, inaccesibles, resulta imposible calibrar las orientaciones de este grupo, realizar un análisis pormenorizado de sus temas y saber, en consecuencia, si estamos más cerca o más lejos de ellos y, finalmente, entender porqué se produjo la escisión del grupo de Canduela y comprender por qué ha nacido este grupo.

La función de los congresos

Los congresos de los partidos políticos tienen cuatro funciones básicas, por este orden:

1.- informar a los afiliados de la situación del partido: numero de militantes, situación económica, informe de la gestión de la junta y del secretario saliente, etc.

2.- renovar los documentos básicos del partido, adecuarlos a la realidad cambiante y, particularmente, actualizar la estrategia y el programa del partido.

3.- elegir mandos del partido según los plazos y las condiciones previstas con los estatutos.

4.- aprovechar el evento para proyectar la imagen del partido sobre la opinión pública mediante los medios de comunicación.

Parece que en este congreso solamente se han tratado los puntos 1 y 3. Para todo lo demás faltó tiempo y, seguramente, material.

Además, los militantes tienen el derecho (y la organización el deber) de facilitar los documentos a debatir ANTES de la celebración del congreso, para que la militancia llegue allí con las ideas claras y sabiendo exactamente lo que se va a debatir. Esto no suele ocurrir en la mayoría de los congresos “patrióticos”: simplemente, cuando se inaugura el congreso, se suele dar a los asistentes una carpeta con cuatro folios y unos textos poco rigurosos que son aprobados sin gran discusión.

Esto hace que la militancia no conozca, prácticamente, lo que vota. En todo congreso, la ponencia política es la fundamental por que va a ser la línea que adopte el partido en los dos años siguientes. Se supone que la dirección de un partido no es libre para adoptar la línea política de manera caprichosa, sino que debe hacerlo en función de los documentos y de la línea aprobada en el congreso. No respetar la línea del congreso o traicionar los fundamentos del partido, es motivo de revocación de la dirección, o debería serlo.

Insistimos: lo importante en un congreso es elegir líneas políticas en primer lugar y luego rostros que las encarnen. No al revés.

Los congresos están para clarificar líneas, no para sacar fotos

En general, los congresos de los partidos tienen interés en la medida en que clarifican líneas políticas. Después del encuentro de Viterbo en el campo de verano de Forza Nuova (Italia), Andrino se comprometió a establecer pactos con DN. Es lógico que en este congreso se hubiera ratificado esta opción por las bases del partido. Sin embargo, en el momento de escribir estas líneas, todavía resulta imposible saber cuál va a ser la política de alianzas de esta fracción falangista, incluso si va a existir voluntad de aproximarse a algún grupo.

Todos son dudas, ambigüedades, vaguedades, y poco más. Sorprendentemente, en lugar de aportar clarificación en la línea política, este congreso falangista, ha tenido como virtud el convertir en más ininteligible el futuro de este partido. Todo esto no parece serio. No es serio. Ni es asumible cuando llevamos ya treinta años de democracia, tiempo más que suficiente como para que partidos que existen desde las profundidades de la transición, sean capaces de saber lo que es un congreso y de convocar un congreso digno de tal nombre.

La nota del congreso es particularmente breve. Se da mucha más importancia al listado de nombres que compondrán los nuevos organismos de dirección, que los contenidos que informarán a la fracción esta nueva etapa. Esto ya de por sí elocuente. Así que debemos de volver a la nota informativa colocada en la web de este grupo para darnos cuenta de los elementos que se priorizan. Las dos últimas frases de la nota son: “El Congreso Nacional de Militantes de LA FALANGE, finalizó entonando el Himno de La Falange, el cara al sol”... como era de prever, naturalmente. Total, si los socialistas cantan la internacional que tiene 130 años, ¿por qué esta fracción falangista no va a cantar brazo en alto una canción de los años 30? y si seguimos por ahí, es evidente que un partido falangista ortodoxo ya tiene suficiente con las obras completas de José Antonio y los 27 puntos para obviar cualquier otro documento doctrinal o político… Ironizamos, por supuesto, esto es como si Llamazares saliera a las próximas elecciones enarbolando el Manifiesto del Partido Comunista redactado por Marx y Engels hace ahora ciento cuarenta años. Inadmisible, irreal y la madre de todos los fracasos.

Pero la última línea de la noticia sobre el congreso es también significativa. La reproducimos, es un link que por única indicación puede leerse: “VER REPORTAJE FOTOGRÁFICO >>>”. Una imagen vale más que cien palabras, desde luego. Pero con imágenes no se construye un partido: hacen falta definiciones, compromisos, líneas claras y sobre todo análisis político. Eso, o el fracaso está cantado. ¿Cómo? ¿qué esta fracción no tiene nada de todo eso? Bien, eso indica muy a las claras que van hacia la esterilidad política.

Así, camaradas, no se hacen los congresos, por lo menos, así no se hacen los congresos serios.

 

LA FALANGE DE ANDRINO Y LOS PROBLEMAS DE LA SUPERVIVENCIA. LA LENTA EXTINCIÓN DE LA ESCISION DE UNA ESCISION

LA FALANGE DE ANDRINO Y LOS PROBLEMAS DE LA SUPERVIVENCIA. LA LENTA EXTINCIÓN DE LA ESCISION DE UNA ESCISION
El acto del grupo La Falange (Andrino), en el Palacio de Congresos ha sido modesto, aburrido y sin novedades políticas. Con 350 asistentes, de edad madura (o muy madura) en su mayoría, el acto no ha respondido a ninguna de las espectativas que se había depositado en él. De lo que no cabe la menor duda es que mucho tienen que cambiar las cosas para qué éste grupo tenga un futuro por delante.

Los “pactos secretos”, o como Canduela y Andrino pactan a la espalda de sus base

Cuando en agosto de 2006 tuvo lugar el campamento del grupo italiano “Forza Nuova” en Viterbo, tanto Canduela como Andrino asistieron invitados por Roberto Fiore. Allí firmaron un pacto que les unía en las próximas consultas electorales. Lo realmente sorprendente, es que cuando llegaron a España, la reacción de ambos grupos fue diversa: mientras Andrino colocaba en la portada de su web la noticia del pacto, Canduela ocultaba en la web de DN esa información, situándola en la sección “comunicados” y sin que fuera posible acceder desde la portada o desde lugar alguno sin conocer la ubicación exacta. Era evidente que Canduela intentaba que el pacto pasara desapercibido por sus afiliados. Y lo comprendemos: un partido que se puso en marcha con el lema de la “autonomía histórica” (reconocimiento de que no se trataba de resucitar opciones de los años 30), diez años después de su fundación termina pactando con uno de los representantes del “sector histórico”, el grupo de Andrino.

Sin embargo, en el acto del día 29, mientras Canduela estaba presente en primera fila en el acto de Andrino… éste no mencionó a sus afiliados el pacto firmado y rubricado en Viberbó. ¿Alguien lo entiende? Si, era evidente, a la vista de los asistentes que, la inmensa mayoría –falangistas “puristas”, mayores de 55 años- no iba a comprender que su grupo pactara con un grupo como “democracia nacional” a los que han considerado como neo-nazis, paganos y, en cualquier caso, ajenos voluntariamente al mundo falangista.

En estas condiciones, no auguramos mucho futuro a este pacto que ambas partes consideran como vergonzantes.

Una “falange purista” frente a una “falange franquista”

Las escisiones entre grupos falangistas suelen ser incomprensibles y por nimiedades. Ahora bien, la rotura de La Falange (surgida a su vez de la escisión del grupo matriz FE-JONS en los años 90) en dos partes, se debió, en buena medida, a las diferencias de sensibilidad entre “falangistas franquistas” y “falangistas puristas”. Es la vieja y eterna polémica: desde hace 50 años, para unos la falange y el franquismo son lo mismo y para otros son antagónicos… Una vez más, la excusa para la escisión ha sido esta diferente percepción del franquismo.

Pero lo sorprendente… es que una de las posibilidades que se valoran en este momento, es un intento de acercamiento de La-Falange (Andrino) a AES. Ese acercamiento estaría favorecido por el pacto previo DN-AES… pero no deja de ser contradictorio e incluso grotesco: gente a la que le tiene sin cuidado tanto la falange como el franquismo (DN), pacta con franquistas (AES) y, casi paralelamente, con falangistas antifranquistas (La Falange-Andrino)… Es evidente que este racimo de pactos lleva implícito el germen de su estallido.

Como siempre: nunca respuestas claras a preguntas concretas

La Falange (Andrino) ha decepcionado a los que esperaban algo “nuevo”. Por ejemplo, respuestas: estamos a menos de ocho meses de las elecciones municipales y todavía no se sabe si van a presentar candidatos. Estamos a año y medio de las elecciones generales y aún no está claro si este grupo va a formar parte de una coalición, ni siquiera con qué programa. El punto 27 del ideario falangista de la preguerra (aquel de “Pactaremos muy poco…”) todavía pesa como una losa sobre todas las fracciones de este partido.

Si tenemos en cuenta que este grupo es una escisión de una escisión de una escisión (es decir, la tercera escisión), y que, después de tantas convulsiones todavía no ha sido capaz de caer en la cuenta de que la política no se puede hacer hoy con las mismas formas, programas y métodos de los años treinta, entenderemos que no puede esperarse nada nuevo de este tipo de aventuras políticas, cada vez más divorciadas de la realidad.